ODEMOS definir la inteligencia como la capacidad de los seres humanos para aprender, asimilar y resolver problemas, así como para relacionarnos a través de los afectos y de los valores con los que decidir el camino vital que nos parece más valioso. La inteligencia nos capacita también para reflexionar sobre preguntas finalistas -¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?- en busca de un sentido a la existencia. Por eso la inteligencia se concentra en tres grandes bloques: racional, emocional y espiritual o existencial, que incluye lo que tiene que ver con el amor y la solidaridad en todas sus variantes. De hecho, la inteligencia espiritual es la base para el funcionamiento eficaz de lo racional y lo emocional.

La filosofía como ciencia nos capacita para solucionar los problemas de la vida e incluye la ética como la zona inteligente que nos ilumina la convivencia más humana y feliz. Si trasladamos la filosofía al aula, vemos que el problema es el estigma de que ella no tiene una función determinada. La sociedad espera un resultado concreto, un razonamiento lógico que demuestre de forma numérica lo aprendido durante un curso.

Lo cierto es que la filosofía ofrece justo lo contrario, una vía para dialogar con el entorno a partir de la situación particular de cada alumno mediante una postura inteligente que impida el establecimiento de un pensamiento único trabajando la madurez mediante el aporte de criterios propios. Y cuando además se estudia como historia, la filosofía ayuda a entender la realidad humana a partir del pensamiento predominante en cada momento para reflexionar el presente desde las preguntas que se han cuestionado los pensadores más influyentes.

Por si fuera poco, filosofar en el aula facilita un orden mental que facilita priorizar y decidir entre lo urgente y lo importante. Todo ello nos lleva a considerar la filosofía como un fundamento para considerar que los actos siempre tienen consecuencias para quien los decide, por acción u omisión, así como para los afectados por dichas decisiones.

La denuncia del PP y de Vox de que la asignatura de Filosofía va a desaparecer con el nuevo currículo educativo aprobado por el Gobierno de Sánchez, no es verdad, entre otras cosas porque sumando ESO y Bachillerato, las materias obligatorias de Filosofía de la educación secundaria pasarán a ser tres en lugar de una, como aparece en ley del Partido Popular de 2014. Eso sí, la nueva asignatura de Educación en Valores Cívicos y Éticos que impartirán los departamentos de Filosofía, verá reducido el espacio para la Ética al compartirlo con temas sobre sostenibilidad e igualdad. Con todo, incluyendo las posibilidades optativas añadidas que la ley permite a las Comunidades Autónomas en cuarto curso de la ESO, son pocas horas curriculares para la necesidad perentoria de amueblar la cabeza y el corazón con espíritu crítico y ético de quienes pronto tomarán las responsabilidades del funcionamiento de la sociedad.

Estamos hablando de una materia transversal, no de un barniz sobre lo que algunos pensadores dejaron escrito. El objetivo es ciertamente ambicioso pues el aprendizaje de dicho espíritu crítico y ético supone la búsqueda de información, la reflexión y el contraste para llegar a conclusiones de forma autónoma y capaz de construir entre todos un mejor y más justo funcionamiento social. Que nuestra sociedad cambie a mejor depende en parte de la forma de pensar madura de los actuales alumnos.

El grave peligro que corre la filosofía como materia escolar es aceptar mansamente opiniones como las de Stephen Hawking, en el sentido de que la Filosofía ha muerto por no sucumbir a los modernos desarrollos de la ciencia. Olvida que filosofar de verdad va más allá de las verdades científicas cuestionando hasta la propia noción de verdad cuando se reflexiona sobre los distintos modos de hacer ciencia, además de tocar otros ámbitos de la realidad, como es el caso de la política. Cuando la filosofía desaparece, la barbarie encuentra su lugar, ¿no lo estamos viendo ya? Atrévete a pensar y saber, como les gustaba decir a los ilustrados, necesita una dosis añadida de humildad como un ingrediente más de la sabiduría. Esto tiene mucho que ver con la ética, lo digo siempre pensando en nuestros alumnos y en los profesores de Filosofía, que vaya mérito tienen. Este aprendizaje nos afecta a todos. * Analista