LA gente del fútbol (me refiero a la gente profesional que lo practica, lo dirige, lo gestiona, lo relata o lo narra, no cualquiera de quienes lo jugamos en el patio del colegio de chicos y hoy vamos cada quince días a San Mamés para recordar aquellas tardes de sudor y gloria...) habla de la zona Cesarini, un tiempo peligroso. Renato Cesarini, para el fútbol, fue un muchacho nacido en las colinas de Senigallia en abril de 1906 en una familia pobre que tomó la decisión de subir a bordo del Mendoza, Con un año ya estaba en Buenos Aires. Hizo su debut años después en la máxima categoría con el equipo de su barrio, el Chacarita Juniors. En el campo de los funebreros, compartiendo tierra con uno de los mayores cementerios de toda Sudamérica. De regreso a Italia, a la Juve, ya era un pieza: llegaba tarde al entrenamiento, a veces en un taxi y con esmoquin y cuentan que se escapaba por las ventanas de los hoteles, descolgándose, para disfrutar de la noche turinesa. En el terreno de juego cumplía con creces.

Tanto que jugó en 11 ocasiones con la maglia azzurra En una de ellas, contra la Hungría de Kocsis en 1931 durante la Copa Internacional, Cesarini marcó su gol más recordado, cuando ya se había superado el minuto noventa de juego, cosa que ya había logrado en varias ocasiones. 3-2 para los italianos. En esos días el periodista Eugenio Danese usaría por primera vez la expresión zona

Cesarini. El agotamiento, la tensión, la desconcentración, la flaqueza física, la efectividad de los suplentes, la preparación anímica y mental hacen que los últimos minutos se vivan en ese territorio. Hoy el Athletic, con la temporada acabándose y los objetivos lejanos pero aún alcanzables. Con el futuro en la presidencia y en el banquillo colgando de un hilo. ¿Aparecerá un Cesarini rojiblanco que lo resuelva todo para bien?