N buena medida, el elevado crédito de que gozaba el Athletic superando eliminatorias como por un tubo. Ello le había valido para disputar dos finalesPor si no fuera suficiente credencial, para adornar su trayectoria, los recientes triunfos a costa de Barcelona y BarcelonaReal Madrid, los adversarios de mayor prestigio que figuraban en el bombo. Su condición de gran especialista en la materia asomaba por tanto como el aval perfecto y de fondo, La Cartuja para resarcirse de las decepciones del año anterior. Algo falló sin embargo y fue a caer justo cuando todo invitaba a pensar que, en efecto, renovaría su vitola de aspirante al título.

La explicación del desenlace de su emparejamiento con el Valencia no entraba en los cálculos, elaborados a partir de esa interminable lista de rondas exitosas con independencia del nivel de los contendientes. A modo de martillo pilón, el equipo machacaba a quien se pusiera por delante y, la verdad, el incipiente y dubitativo proyecto de José Bordalás tampoco podía ser considerado como una amenaza demasiado seria. La entidad del Valencia no era objetivamente equiparable. Por otra parte, tampoco cabía obviar que el Athletic se hallaba en su momento más dulce desde que Marcelino No se cuestionaba que del análisis previo resultaba un pronóstico favorable a los intereses rojiblancos, solo quedaba pues que refrendarlo al cabo de los 180 minutos. Era la parte pendiente: confirmar en San Mamés y Mestalla aquello que la teoría, más que sugerir, certificaba.

Las mejores imágenes del Valencia - Athletic. Fotos: Borja GuerreroLa práctica hizo saltar por los aires cuanto se presumía asequible. Más allá de las acusaciones de juego sucio vertidas sobre el estilo del Valencia, que estarían fundamentadas, la realidad es que el Athletic únicamente fue capaz de desplegar sus argumentos en un par de fases de las primeras partes en la ida y en la vuelta. Y ni siquiera con la rotundidad o el brillo que la ocasión requería, no en vano se trataba de un cara o cruz; esto es, no era suficiente con parecer más, había que trasladarlo al marcador. Acceder a la final anotando un solitario gol, fruto de una acción a balón parado, es una posibilidad real, aunque muy pretenciosa. Implica que el oponente no se estrene ni a domicilio ni en su estadio, sede del asalto definitivo. Aún estando de acuerdo en que la mayor fortaleza del Athletic radica en su sistema defensivo, la propia naturaleza del torneo aconsejaba no fiarlo todo a dicho aspecto.Si se repasa la producción ofensiva en ambos partidos, el Athletic suspende. El exiguo número de situaciones de peligro, de llegadas que de verdad merezcan ese calificativo, indica que su fútbol estuvo muy por debajo de las expectativas. Las causas serán múltiples, desde que los protagonistas carecieron de inspiración hasta que el rival se mostró singularmente sólido protegiendo su área, pasando por la influencia del duelo táctico, donde Bordalás estuvo más acertado. Aquí y allá.Y por supuesto, se ha de admitir que en el apartado mental dio la impresión de que los jugadores del Valencia fueron un paso por delante. Acaso porque interiorizaron que la final les quedaba más lejos que al Athletic y ese sentimiento les impulsó a desplegar un esfuerzo titánico. Desde la inferioridad asumida, supieron construir una versión extraordinariamente competitiva, algo que no se apreció en el bando contrario.La superioridad ejercida por el Athletic que, en su lectura de lo de Mestalla, subrayaron el entrenador y algún jugador, dudo que existiera a los ojos de la inmensa mayoría de los aficionados. El grupo valiente, decidido, alegre, que se fajó ante los grandes o vapuleó a la Real Sociedad, no guarda parecido con el que se mostró agarrotado y previsible en una cita de esas en que transmitir, al espectador y sobre todo al adversario, la firme intención de ganar es básico para optar a la victoria. El Athletic apenas logró balbucear dicho mensaje y pagó la factura de verse supeditado al entusiasmo de un Valencia que en el instante preciso renunció a vestir el traje de víctima propiciatoria y se enfundó el de partisano. El cambio le sentó de maravilla, mientras que el Athletic actuó a la inversa: en vez de tomar el mando de las operaciones, contemporizó. Para cuando se dio cuenta del error, ya fue demasiado tarde.

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La práctica hizo saltar por los aires cuanto se presumía asequible. el Athletic únicamente fue capaz de desplegar sus argumentos en un par de fases de las primeras partes en la ida y en la vuelta. ni siquiera con la rotundidad o el brillo que la ocasión requeríaAcceder a la final anotando un solitario gol, fruto de una acción a balón parado, es una posibilidad real, aunque muy pretenciosa. ISi se repasa la producción ofensiva en ambos partidos, el Athletic suspende.

en el apartado mental dio la impresión de que los jugadores del Valencia fueron un paso por delanteDesde la inferioridad asumida, supieron construir una versión extraordinariamente competitiva

vapuleó a la Real Sociedadla firme intención de ganar es básico para optar a la victoria. un Valencia que en el instante preciso renunció a vestir el traje de víctima propiciatoria y se enfundó el de partisano. el Athletic actuó a la inversa: en vez de tomar el mando de las operaciones, contemporizó.