El Objetivo

El reality del PP nos ha mostrado la vileza de la política y la fragilidad de los líderes. ¿Cómo puede ser que Pablo Casado, que pasó en veinticuatro horas de la exigencia ética a la transigencia con las corruptelas de Madrid, renunciara a su autoridad aun teniendo razón? Podría haber imitado a quien, en un reality anterior, se constituyó en superviviente e hizo de su Manual de Resistencia un eje triunfal. Pero Casado no es Sánchez y se mostró apocado al cerrar el expediente contra Díaz Ayuso y no neutralizar su teatral victimismo. Esta fue su perdición y el rasputín Miguel Ángel Rodríguez se dispuso a proteger a su influenciable pupila. Después llegó un alud de felonías, contadas lealtades y un final patético.

El espectáculo ofrecido pone en evidencia que el PP es un grupo disfuncional y nada fiable, pues liquida sin piedad a quien días antes aclamaba como salvador de la patria. Han echado de la casa al trágico Casado y hasta Iturgaiz, que le debía todo, le ha apuñalado. Ya es carnaval en Génova, macabro, grotesco y español.