Otra ofensa a Von der Leyen
LA Unión Europea le han vuelto a orinar encima y, tres días después de los hechos, este es el minuto en el que su silencio es sepulcral. Ni media palabra sobre el desplante machirulo del patán ministro de Asunto Exteriores de Uganda a la presidenta de la Comisión, Ursula Von del Leyen. Copiando al satrapilla turco Erdogan en la escena del sofá de hace unos meses, el Idi Amin de saldo pasó de largo sin saludar a la primera autoridad de la UE y solo se detuvo ante el presidente del Consejo Europeo, un bobo solemne que atiende por Charles Michel, y que volvió a calcar su cagona pasividad en el episodio anterior. En lugar de poner firme al autor del desaire, le pasó la mano por el lomo y compartió con él unos jijís-jajás. Tuvo que ser el presidente francés, Emmanuel Macron, también presente en el momento del bochornoso espectáculo, el que, sin perder la sonrisa, le afeara la conducta al troglodita. A regañadientes, el tipejo volvió sobre sus pasos, le dirigió medio graznido a Von der Leyen, pero se negó a darle la mano. Luego tuvo las pelotas de tuitear que había estado con Michel y Macron. Solo con ellos.
Habrá quien sostenga que solo son gajes del oficio diplomático y que a veces no queda otra que comerse un insulto como el del turco o el de este mastuerzo ugandés. Pero no estamos ante anécdotas sino ante peligrosas e ilustrativas categorías. Porque la ofensa no es solo para una mujer en concreto o para todas las mujeres. Lo es para cualquiera que no esté dispuesto a tolerar estas actitudes cipotudas, da igual en cumbres internacionales de relumbrón que en reuniones de comunidad de la escalera.