LEVO días aturdida intentando entender qué quiere hacer el Gobierno con la reforma laboral de 2012. Leo y escucho sinsentidos en un enfrentamiento constante de dos ministras o dos políticos. Que si reforma, que si derogación, que si temporalidad es símil de precariedad...

¿De verdad nadie se da cuenta de que las empresas estamos en un contexto tremendamente complicado? Tenemos escasez de materias primas, de trabajadores cualificados, con un fin de pandemia lleno de incertidumbres. ¿Realmente el tejido empresarial puede soportar este duelo político y esta gestión oportunista de las promesas electorales? No puede y no debe. No estamos en un momento de trofeos políticos que desestabilizan aún más el tejido empresarial. No nos confundamos: nuestras empresas son microempresas y no pueden estar a expensas de disputas políticas de un gobierno nada cohesionado y con proclamas electorales a mitad de mandato.

Por cierto, queridas ministras, ¿para cuándo la reducción de la temporalidad en la administración pública?

¿Qué tal si miramos y gestionamos la casa propia antes de revolver el tejido empresarial en un contexto que indica claramente que no toca?

La solución no pasa por ser críticos con los gobiernos de turno y su gestión, sino por reclamar lo que es vital para los ciudadanos y los empresarios. Y en especial, las pequeñas empresas, que representan un tanto por ciento muy elevado del tejido empresarial antes mencionado. Debemos ser parte activa de esta agenda política de la que tanto se habla y aportar nuestro grano de arena para conseguir el bienestar de la sociedad. Solo si todos los agentes nos implicamos y trabajamos en la búsqueda de un frente común avanzaremos como sociedad y crearemos un tejido empresarial sólido y capaz de enfrentarse a la realidad cambiante eficientemente.