ODAVÍA vivía Franco y, aún pequeño, pedí a mi aita volver a casa a las doce, dijo que a las once, grité pidiendo ser libre para volver y concluyó en que podía hacerlo de diez y media a once, que ya era libre de elegir la hora. Meses después, harto de mí, me dijo que era libre para volver cuando quisiera siempre que él no se hubiera levantado. Le pregunté a qué hora lo hacía y me dijo sonriendo que lo averiguara yo mismo.

Hoy, sin dictador, escucho a políticos afirmar que la libertad es salir a pasear y no encontrarte con tu anterior pareja y oigo a literatos nobeles decir que lo importante de unas elecciones no es que haya libertad sino votar bien.

Lo más último sobre libertad se lo he escuchado a D. Casado, presidente del Partido Popular, bramando que en cuánto pueda arrebatará a Euskadi la gestión de cárceles. Una competencia recién estrenada tras 42 años de aprobarse el Estatuto vasco, ley orgánica votada libremente por una mayoría del libremente elegido español parlamento y que después fue refrendada por una mayoría mayoritaria de la ciudadanía vasca en libre votación, quiere quitárnosla este tipo por la única razón de que a él solito se le ha ocurrido.

Se ve que el concepto de libertad algo ha cambiado al añadirle lo de no encontrarte con tu ex, básicamente porque antes los ex eran ilegales. También en que si antes tenía que averiguar a qué hora se levantaba mi aita, ahora se trata de investigar qué es para un escritor nobel votar bien, cuando en épocas pasadas estaba chupado porque era lo que quería el dictador. No obstante y a pesar de esas innovaciones, todo me lleva a concluir que para algunos el concepto de libertad poco se ha movido desde las viejas dictatoriales épocas, y que si libertad era ayer lo que se le ponía en el forro a mi aita y a Franco, hoy es lo que se le pone a un escritor y, sobre todo, a D. Casado.