A metodología basada en el uso de modelos para estudiar la evolución de las sociedades se ha consolidado como buena. Y con razón. No conviene olvidar que un modelo es una simplificación racional de la realidad de los sistemas complejos. Esta metodología sirve para analizar los ámbitos y espacios que componen la estructura de la sociedad.

Hace unos días he tenido la oportunidad de oír una charla de Francesc Torralba sobre "espiritualidad y vejez". Y he de deciros que me ha hecho cambiar la visión que tenía de la vejez.

Últimamente veníamos hablando del envejecimiento activo y desde esa perspectiva hemos ido definiendo el camino que habíamos de recorrer. Porque para vivir hay que estar activos.

Pero en la medida que nos centramos en la vejez, sin miedos, conscientes de que es la última etapa de nuestras vidas, emerge en nosotros un desapego de las preocupaciones de la madurez: el poder, el juicio de los demás, las hipotecas de todo tipo, las ambiciones... y liberados, nos proponemos gozar de un presente pleno. El joven no piensa en el futuro, el anciano sabe que el futuro es corto, pero dispone de un tiempo para gozarlo, sabe que será breve. Por tanto, el ahora coge valor.

Puede caer en el desencanto, en el escepticismo, "tanto esfuerzo a lo largo de la vida para nada".

Pero también tiene cabida la satisfacción, porque constata que ha tenido parte en una mejor sociedad. Hay cosas que empezaron con nosotros y hoy otros las siguen completando. Por tanto, aunque la aportación haya sido pequeña, satisfacción, porque incluso lo pequeño puede ser importante.

¿La actividad es importante y muchas veces es la que da sentido a nuestras vidas, pero porque no implicarnos cada vez más en la vida contemplativa? El contemplar la belleza, el disfrute de una buena música, puede ser tan importante como cualquier actividad. Los momentos de pausa pueden ser tan importantes como la acción. En la vejez casi sin darnos cuenta nos vamos liberando de casi todas las ataduras. Digo casi todas porque en Euskadi, seguimos siendo el sostén de nuestras familias, pero incluso la atadura no es de obligatoriedad de los padres para con los hijos sino desde la protección, el amparo de los abuelos.

Y no podemos olvidarnos del todo de la vejez activa, porque, aunque sin agobios, ni presiones, el ofrecer algo de nuestro tiempo libre a los demás -un concepto que tiene mucho de espiritual- nos puede ayudar y mucho a volar libres por la senda de la felicidad.

Por tanto, sin ataduras, satisfechos por haber contribuido a la construcción de una mejor sociedad, con la voluntad de ofrecer parte de nuestro tiempo libre a los demás. A volar por la senda de la felicidad. * Presidente de Helduak Adi, fue el primer presidente de la Confederación de Ikastolas