ASTA finales del siglo XIX la ciencia estuvo ligada al arte, la filosofía y la religión en su búsqueda de un sentido para nuestra existencia y de las razones por las que estamos en el universo. A partir del siglo XX la ciencia se dividió en dos ramas muy descompensadas, la primera, claramente menos numerosa, de los científicos, físicos y biólogos que siguen buscando las razones de la aparición del universo y de la vida, y la otra rama, mucho más grande y numerosa, de científicos que buscan nuevas aplicaciones y desarrollos a productos que mejoren nuestra calidad de vida y respondan a nuestras necesidades. La creación de la vacuna para el coronavirus es su más reciente éxito y la demostración de que la necesitamos para seguir creciendo como especie. Pero, ¿y la otra ciencia?, ¿la más profunda?, ¿la que trata de responder a las grandes cuestiones sobre nuestra presencia en el mundo?

Hasta que apareció la física cuántica, la ciencia tuvo siempre la ayuda de la religión para buscar razones para nuestra presencia en el mundo. La naturaleza tenía lógica, seguía unas leyes inmutables en cualquier parte del universo, y Dios era el gran relojero de Newton que había dispuesto que todo funcionara con orden y precisión. Pero el descubrimiento de que detrás de las apariencias del mundo real todo es caótico y sin sentido, y de que en el mundo subatómico los efectos no se corresponden a las causas, hizo que los científicos se quedaran sin el apoyo del gran relojero para explicar los grandes enigmas de la naturaleza. Siguieron el camino de la mano de la filosofía y el arte, pero pronto estas dos tuvieron que abandonar incapaces de comprender el lenguaje matemático, abstracto y demasiado especializado, de sus investigaciones. Desde entonces se ha trabajado sin descanso en el campo de la física subatómica y de la astrofísica para encontrar las respuestas a las grandes preguntas.

Gracias a esta rama de la ciencia menos utilitaria sabemos que el universo empezó con una gran explosión hace 15.000 millones de años, ya que es posible detectar la radiación fósil de aquel big bang. Sin embargo, tan solo podemos suponer qué hubo antes: ¿el vacío, la nada? Las investigaciones han demostrado que, en realidad, el vacío como nada no existe. "El vacío es el estado latente de la materia", dice el astrofísico Michel Cassé, "la esencia original de todos los cuerpos". De hecho, se puede decir que algo se puede crear a partir de la nada sin causa aparente. "El espacio vacío explotó bajo la fuerza repelente del vacío cuántico", dice enigmáticamente el astrofísico Paul Davies. Después, sabemos que se creó la materia y la antimateria, pero no sabemos por qué no colapsaron y por qué todo acabó ahí. "Tal vez fue un mero accidente que la tierra y, por tanto, nosotros, estemos hechos de materia", dice el físico Paul Dirac. ¿Por qué sucedió así y no de otra manera?, ¿por qué estamos hechos de materia? "Parece como si el universo, desde sus etapas más remotas, tuviera las propiedades necesarias para organizarse y crear sistemas más complejos", dice el astrofísico Hubert Reeves intentando explicar la extraña evolución del universo hacia la materia.

Millones de años después, hace 3.500 millones de años, en un pequeño planeta cubierto en su mayor parte de agua y sometido a una intensa actividad volcánica a partir de una sopa primigenia compuesta por compuestos orgánicos simples y por mecanismos que no comprendemos y a lo largo de millones de años, se crearon los primeros organismos vivos con proteínas y ácidos nucleicos. De nuevo, lo mismo que sucedió en el inicio del universo, de la nada en términos biológicos, de materia inerte, se creó el fenómeno complejo y organizado de la vida. "Es como si la vida no fuera más que un estado excitado de la materia, igual que esta última es un estado excitado del vacío", dice el divulgador Robert Clarke, "como si la vida tan sólo fuese una necesidad química, como si el fenómeno hubiese sido ineludible". De nuevo aparece aquí ese enigmático movimiento organizador en busca de una mayor complejidad que parece guiar el devenir de la realidad.

Grandes han sido los descubrimientos de la ciencia que han provocado que el ser humano mejore su calidad de vida y profundice en las grandes cuestiones. Sin embargo, el gran misterio continúa presente. ¿Por qué estamos aquí?, ¿cómo se crearon el universo y la vida a partir de la nada? La realidad tiende un velo sobre nuestros sentidos que nos impide ver más allá. Lo único que podemos intuir es que somos espectadores de una obra que, lenta pero inexorablemente, deviene, a la vez que hace más compleja, la realidad en el tiempo.

El autor es profesor contratado doctor Departamento de Ciencias Universidad Pública de Navarra