veces es mucho más difícil rebatir las mentiras difundidas que asumir la verdad que surge al final del camino. Este es un caso de esto mismo. DC cómics fueron los primeros. En el mundo cinematográfico no dieron el salto sino después de que la casa rival había empezado a tener éxitos. Muchos olvidan que hubo pelis de Marvel antes de la saga del infinito. Pero en fin. Christopher Nolan hizo su exitosa trilogía del Caballero oscuro cuando nadie daba un duro por el personaje, tras el descenso a los infiernos a mediados de los años 90. Y parecido ocurría con Superman, que tuvo película en 2006, pero con carácter ambivalente, sobre todo teniendo en cuenta la cuarta parte de Reeve, en busca de la paz. En 2013, tras la expresa vocación de Nolan de hacer otras cosas, pero bajo su batuta y producción, un muchacho de nombre Zack Snyder hizo Man of Steel. El hombre de acero. Inicio del arco que abría la posibilidad de un universo compartido en ese lado del mundo de los superhéroes. Pero no todo estaba claro. Sobre todo en el ámbito directivo. Y no tenemos que ir a los años 80, cuando la quiebra de algunos estudios hizo que gente del management entrara en la dirección de las majors, desplazando lo artístico por lo pecuniario. El todopoderoso dólar del doliente financista que no entiende el arte por el arte, sino como un medio de ganar dinero. Y de inmediato.

Ganar dinero debiera casar bien con la idea de que se hagan películas, y más con personajes tan poderosos como Batman y Superman. Se iba a hacer su película. No era el primer proyecto, pero sí el primero viable. Fue una película divisiva. Que o se quería o se odiaba. Y más con el recorte en el metraje. Dos horas y media en vez de tres. Porque pensaban, y piensan, que los espectadores somos idiotas que no sabremos digerir una película adulta y que tenga una larga duración en la sala de proyección. Que los superhéroes deben ser de dar golpes, contar chistes, el lado luminoso de la vía, cuando, precisamente, los expertos dicen que el lado DC es el que incorpora la oscuridad y la comparación con los viejos y nuevos dioses en su relación con la humanidad. Y Zack Snyder comprendió esto muy bien, tanto que, antes del estreno de BvS le habían firmado para la secuela. Qué raro, cuando después le despidieron. Y no solo por la tragedia del suicidio de su hija al final del proceso de producción de la Liga de la Justicia, sino, por el tono y la duración. No estaban convencidos, y metieron mano. Poniendo un perro guardián de los jefes en la producción. Cada día. Y Snyder, aceptando. Con una versión comprometida, que hubiera salido en 2017, por lo que, por el camino más tortuoso e inexplicable, tenemos una película mejor que la que pudiera haber llegado en aquel año. Por cierto, no culpen a Whedon. Era un mandado, y salvo la falta de escrúpulos y de solidaridad, hizo lo que le dijeron que hiciera. Porque, por cierto, los directivos cobrarían un bonus si la película salía antes del fin del año. Que era el principal aliciente para ejecutar la maniobra que llevaron a cabo. A costa de los fans, a costa del futuro de la franquicia. Lo inmediato hipotecando el largo plazo.

Algunos dirán que es en cualquier caso una película de ficción, y pueden tener razón, sus razones para decirlo, porque, al fin y al cabo, solo es una película. Lo es, pero también es la batalla por la creatividad y la artesanía. También en la industria cinematográfica. La paternidad de un amoroso creador de historias en lo audiovisual. No es ni de lejos la misma película, lo mismo que si mi sobrino hace un dibujo de una señora que sonríe sobre paisaje, eso no es la Mona Lisa, por más que me empeñe. Esta que se ha estrenado ahora es la versión original. Cuatro horas de bella épica historia de héroes que tienen valores que los sustentan, que los transmiten en sus acciones, y se ve plasmada en una epopeya con ribetes de ópera, de gran tragedia griega. Una película que cumple las expectativas del espectador€ de 2017. Aquellas que fueron traicionadas con la bazofia que presentaron. Lo han confesado ahora, en 2021, en Variety. En un artículo. Y es que el desafío ahora es grande. ¿Reconocer el error? ¿Seguir en la pomada con personajes de segundo y tercer orden y no entender que lo que les puede dar dinero son la trinidad de personajes de la casa? Porque la película es la puerta abierta a tres escenarios. La puerta número uno lleva a Justice League 2, la puerta número 2 lleva a una historia, sea serie o película, de lucha entre el Batman de Ben Affleck con el de Joe Manganiello, el Deathstroke, y la puerta número 3 lleva a Justice League 3. El arco narrativo que Snyder quería presentar al público, cuando aún tenía el control creativo de cosas como WonderWoman o Aquaman, antes de ser expulsado del olimpo de Warner, otrora sello garantista de la libertad de sus creadores, como por ejemplo, Kubrik o el propio Nolan. Esta era una mancha en el expediente, que, finalmente, han superado mediante la plataforma de streaming HBO, pero, ¿y ahora que? ¿Restaurar el universo? #RestoreTheSnyderVerse

Ciertamente es difícil entender que pasó ahí, porqué destrozaron desde dentro la película, para ofrecer el horrendo espectáculo que trajeron a las pantallas en 2017. Cualquier periodista digno de tal nombre se hubiera percatado de los elementos que no casaban en el proceso de producción y hubiera puesto pista en las pesquisas, como hace el Batman detective y el Superman periodista en BvS, que, ya, en parte, nos quisieron birlar con una capitidisminuida versión de cine, donde había cosas colgando. La Liga de la Justicia, la de verdad, la de cuatro horas, está medida, compacta, entendible, atractiva y es un monumento al mejor cine del género. Una epopeya de la que se hablará en las décadas por venir, ya lo verán. Otras, se perderán como lágrimas en la lluvia. Pero esta no. Porque el director dio lo mejor de sí, porque los creativos y el equipo artístico hicieron causa común para que esto viera la luz. Y algo importante, pero no en último lugar. Los fans. Hicieron presión constante como un martillo pilón. Se les llama tóxicos. Alguno habrá, no hay que dudar. Siempre hay de eso, en todas partes. Pero esos que hicieron piña para recuperar la película de las garras del olvido hicieron causa por la prevención del suicidio, junto a unos destrozados Zack y Deborah Snyder. Esos presuntos tóxicos parademonios fueron los que de manera generosa cubrieron parte del camino hacia salvar personas, como legado a Autumn, la hija desaparecida, y a la que, por fin, ha podido dedicar la película. Hallelujah. Y aunque solo fuera por eso, era justo y necesario. Pero es que además, es como comparar un seiscientos con un ferrari. Ambos son dos coches, cierto. Pero no son el mismo coche. Era justo y necesario ver la obra tal y como el creador quiso enseñárnosla, y la tenemos. No en cines, pero todo se andará. ¿Qué vendrá ahora? Los fans queremos las puertas 1, 2 y 3. Cuando se pueda. No hay prisa. Este es un toque de atención, un hito que será imposible de olvidar. Porque los fans han dicho a la productora que este es el camino. No olvidemos nunca la batalla por la Zack Snyder Justice League, porque, como digo, tanto fuera como dentro de los márgenes del celuloide, es signo y símbolo de lo mejor que cabe en el espíritu humano. Gracias, Zack, va por ti. Por Autumn.