I algo ha parado este pasado confinamiento, ha sido la ciudad. Nos hemos visto recluidos en nuestras viviendas sin poder hacer uso del espacio público y desde la íntima soledad de nuestro espacio privado nos hemos asomado a nuestra ciudad. Las carencias que sentíamos, lo que nos estaba pasando, se reflejaba en lo que veíamos que le faltaba a nuestra ciudad. Como escribía Fernando Chueca Goitia en su libro Breve historia del urbanismo, "todo aquello que al hombre le afecta, afecta a la ciudad". Porque la ciudad se ha ido construyendo al gusto y necesidades del hombre/mujer, adaptándola de la forma más idónea. La ciudad está hecha de arquitectura y la ordenación urbana es el urbanismo. Y es sobre el urbanismo, sobre la forma de construir la ciudad, cómo está configurada, lo que ha provocado las mayores desigualdades. Toda la gente ha concluido diciendo que no ha sido lo mismo pasar el confinamiento en una casa con jardín que en un piso, o en un ático con terraza que en una vivienda sin balcones€ Según la clase social a la que se pertenece, estas situaciones extremas se pasan mejor o peor, ya nos quedó claro que el virus no diferencia entre ricos y pobres, pero sí lo hace el urbanismo y la arquitectura.

¿Qué reflexión en torno a la ciudad, a cómo está configurada, a qué tipo de arquitectura se está haciendo, a qué espacios e infraestructuras tiene€ se puede hacer de urgencia tras el paso del covid-19?

La primera es la importancia de los balcones y de las terrazas, el poder asomarte a la calle, el poder tomar el aire, el sol, la lluvia; el poder relacionarte con el resto del vecindario€ Se debería obligar mediante las ordenanzas de edificación en los planes urbanísticos a que todas las viviendas tuvieran su terraza. Una forma sencilla para que no quite espacio al interior de la vivienda es que las terrazas no computen edificabilidad. Incluso en las rehabilitaciones energéticas se deberían dar ayudas para al menos generar balcones.

La segunda es que en los bloques de viviendas se podrían plantear que se admita la adecuación de las cubiertas planas como zonas de esparcimiento comunitario.

La tercera es reducir la brecha digital, porque tampoco ha sido lo mismo el confinamiento con buena conexión a internet o sin él, por lo que esta desigualdad hay que ir reduciéndola hasta eliminarla. Tanto las clases virtuales como el teletrabajo ante posibles rebrotes se tienen que garantizar. Para ello hay que reforzar las infraestructuras digitales, el cableado hasta los domicilios.

La cuarta es la importancia de los espacios públicos, cuando hemos podido salir han sido los espacios de convivencia. Espacios que hay que ganar al coche para devolverlos a la gente. Hablo de peatonalización de calles, de potencialización de la bicicleta, de las plazas como centros de actividad, de jardines, de paseos naturalísticos€ Las propias terrazas de los bares están siendo vitales, por lo que hay que repensar dónde se ubican los bares para que puedan disponer de buenos espacios para implantar sus terrazas de encuentros.

La quinta es la necesidad vital del comercio local, las pequeñas y medianas superficies son las que nos han abastecido, sin ellas el asalto que se hizo al papel higiénico habría sido con todo. La planificación urbana tiene que fomentar y prever calles comerciales, las entidades públicas tendrán que primar las ayudas a estos comerciantes en detrimento de las grandes superficies, alejadas de la ciudad e inaccesibles en los casos de emergencia.

La sexta es la ecología urbana, la salubridad de nuestras ciudades. Si algo ha tenido de bueno el confinamiento ha sido que hemos contaminado menos, hemos sentido el aire más limpio, hemos sentido el silencio y los sonidos de la naturaleza, hemos percibido la viveza de lo que nos rodea. Habrá que apostar por las energías renovables, por el transporte público de baja emisión, por el reciclaje, por el consumo de productos locales y por generar menos basura.

La séptima y última reflexión es que la que realmente ha devuelto la vida a las ciudades es la gente y sobre todo los niños y las niñas. Allí donde hay gente menuda hay alegría, hay vida. Como dice María Novo en su libro Despacio, despacio€: "Todas las medidas sobre la vida urbana e infraestructuras que les favorecen a ellos serán buenas para la comunidad en general, pues los pequeños son una de las partes más débiles del sistema y lo que favorece a los débiles es bueno para todo el mundo". Hay que devolverles la autonomía de movimientos y de juego que teníamos nosotros a su edad y que han perdido por causa del coche y/o la inseguridad ciudadana.

¿Por qué esta mirada a la ciudad y a la arquitectura? Porque como dice Aldo Rossi en su libro Arquitectura de la ciudad, "la arquitectura es la escena fija de las vicisitudes del hombre, con toda la carga de los sentimientos de las generaciones, de los acontecimientos públicos, de las tragedias privadas, de los hechos nuevos y antiguos".

¿Por qué no empezamos a repensar la ciudad, el cómo nos queremos relacionar con ella? La calidad de vida de la gente va unida a la calidad de sus ciudades, de cómo se configuran, de cómo se diseñan, de cómo se vive en ellas.

* Arquitecto urbanista