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Mesa de Redacción

Igor Santamaría

Espejito, espejito...

OMO la reina malvada en la fábula de los hermanos Grimm, el ciudadano contempla absorto cómo la clase dirigente se revuelve en su ego para preguntarle a su espejito quién es el más guapo del reino. Sin ápice de autocrítica y regalando manzanas envenenadas a golpe de titular, la gestión política de esta crisis no es más que un cruce de reproches por ver quién la tiene más grande, y no precisamente la empatía con el dolor de quienes padecen las consecuencias de la pandemia y no cobran dietas y desplazamientos por trabajar a través de videollamada desde un hogar propio de ¡Hola!. Su relación es tan tormentosa con la realidad que han convertido el guion de sus dislates en un sálvese quien pueda, a poder ser uno mismo y sin bajarse del burro aunque les lluevan chuzos de punta desde el ámbito sanitario, familiares de víctimas, asociaciones varias, tuits irrebatibles y hasta desde sus filas. Y todo aquello que no les sonría, pues bulos. Un relato diario donde unos se refugian en la comparación de cifras y otros literalmente se esconden o las dejan reposar, como si el tiempo templara el sufrimiento o dejara de generar alarma. Todos admiten haber cometido errores por la inédita gestión, pero ninguno pronuncia uno solo en alto. Abundan mensajes de manual, prefabricados y enredados entre subordinadas; y escasea la transparencia y la proximidad. Lo mismo cuando toque elegirles, la gente decide confinarse y decir: "¡Hala guapos!".

isantamaria@deia.eus