SE me ha caído otro ídolo. Uno de esos emblemas de resistencia pacífica y persistente convicción en la reclamación del derecho a las libertades que asociamos con la democracia se ha pasado al otro lado. Al lado oscuro que justifica los crímenes cuando son propios. La Nobel de la Paz birmana Aung San Suu Kyi defiende ahora la represión del ejército de su país contra la minoría rohinyá. Por el terrorismo, dice. Hace un par de años, los militares forzaron el éxodo de 750.000 personas de la etnia musulmana y mataron a 25.000 de ellas. Y parece que también la conciencia de Suu Kyi.