Quizá estaría bien que políticos y comentaristas españoles se tomaran la molestia de analizar con rigor la realidad catalana. Desde Euskal Herria creo que entendemos un poquito mejor la situación. El ser nacionalista catalán es algo muy real y no un capricho de unos cuantos exaltados empeñados en pisotear la ley. En ese sentido, Catalunya es una realidad política, sólida y profunda, tal como es vivida desde dentro por esa cantidad de catalanas y catalanes que, democráticamente y con sus votos, elección tras elección acaban controlando la Generalitat. Una realidad vital imborrable, que les impulsará siempre hacia la búsqueda incansable del reconocimiento de su propia identidad de nación, con su Estado propio dentro de Europa. ¿Qué alternativa razonable puede ofrecer el Estado español a esto? ¿Ninguna? ¿Por qué, tras escuchar tantas peroratas políticas y tertulianas, nos queda la impresión de que España, sin Catalunya, dejaría de ser, es decir, podría acabar siendo un cero a la izquierda? ¿Tiene sentido que algunos lleguen a acariciar la tentación de enterrar la palabra independencia a cañonazos? ¿Estamos condenados a ver y padecer como se retiene a los catalanes por la fuerza, es decir, con una Ley que se ha quedado anticuada, (art.155 y los tanques si hace falta), sin profundizar en la realidad política catalana? En pleno siglo XXI esto parece absurdo. El esfuerzo de intentar ser un poco más inteligentes, tratando de aprehender y sentir la realidad catalana, como tal, seguro que redundaría en beneficio para todos. En último caso no tendría que ser un drama para España, digo yo, contar con la colaboración de una pequeña nación vecina, eufórica, próspera y solidaria. Siempre sería peor tener que sostener a una Catalunya deprimida y depauperada, indefinidamente, aplastada bajo la bota de una tiranía política.