NO sé si legalmente lo es, pero la maniobra de Boris Johnson para, con la connivencia casi felona de la reina Isabel II, arrebatar sus funciones al Parlamento británico democráticamente elegido -ni el populista primer ministro ni la Queen lo han sido- supone políticamente un golpe de estado en toda regla. Con un objetivo, además, suicida, como impedir que Westminster bloquee su plan para un Brexit salvaje. La impúdica maniobra -otra más en este culebrón del Brexit- la pagaremos todos, británicos y europeos, en un proceso plagado de mentiras. God save the people.