Los casos de acoso sexual sobre mujeres por parte de hombres en su ámbito profesional que salen a la luz pública, cuyo último exponente es, presuntamente, el de Plácido Domingo, no dejan de ser la punta del iceberg de una realidad enquistada en la sociedad. Decir que una insinuación no conforma un episodio de acoso es escudarse en una perversa y fingida ingenuidad. Hay miles de casos en los que el hombre que ocupa una posición de poder no llega a tocar siquiera a la mujer a la que se insinúa, ante el rechazo de esta, pero las consecuencias de esa negativa suelen ser palpables. Y eso es acoso y agresión.