eS lo que tiene creer en la reencarnación. Es lo que tiene ser el líder religioso del budismo tibetano. Es lo que tiene alcanzar cierta edad, ya que Tenzin Gyatso cumplirá mañana 84 años. Y es lo que tiene ser el Dalai Lama y poder decir, sin que le crujan en las redes sociales, que “si viene una Dalai Lama, entonces ella debería ser atractiva. Si no, creo que la gente preferiría no verla”. Y se quedó tan ancho. La religión que encandiló al movimiento beat en los 60, la que simbolizó durante años la resistencia contra la opresión china, se muestra ahora, en palabras de su líder espiritual, como una teocracia anacrónica. Se supone que un dalai lama lo es porque es capaz de, en un plazo de 49 días, encontrar a lo largo y ancho del mundo a la persona, generalmente un niño, en la que se reencarnará y que, desde su nacimiento, puede mostrar señales de un carácter especial. No importa si el niño es feo o guapo. Así ha ocurrido durante siglos. Ahora, si el ya anciano actual Dalai Lama encuentra su reencarnación futura en una mujer, esta no será una cualquiera. Deberá responder a unos cánones de belleza no establecidos y que pueden variar según los conceptos culturales de cada cual. De lo que sí gozaría sería de una nueva vida, ya que sería la diva divina para sus múltiples seguidores. Y se convertiría, casi con seguridad, en la única mujer en el mundo que no tendría que demostrar más que sus colegas masculinos para alcanzar el éxito.

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