T RAS ras votar por la mañana y comerme unas rabas al mediodía en la Plaza Nueva, por la tarde he recibido la llamada de un buen español que, asustado ante una posible victoria de la derecha con Vox, me decía que el PNV había sido el culpable de la irrupción de este partido a cuenta de haber apoyado la moción de censura. “Te equivocas -le he dicho-. Ciudadanos le había retirado la confianza a Rajoy y el PP no había hecho nada ante la sentencia del caso Gürtel”. Tras esta conversación surrealista de un madrileño centrista, me da que, cambiando de eje, se va a repetir lo que nos ocurrió el 3 de marzo de 1996 por la noche. Tras catorce años de presidencia de Felipe González el PSOE perdía las elecciones y obtenía 141 diputados frente a los 156 del PP. CIU sacaba 16, el PNV cinco y Coalición Canaria cuatro.

Esa noche Aznar estaba desolado. Creyó en campaña obtener esa jornada la mayoría absoluta, había hecho una campaña a tumba abierta sacando el famosos “doberman” y, ante esos resultados, se veía de nuevo en la oposición ante la posible suma del PSOE con todos los demás. Y hubo un serio intento en ello, hasta que esa noche electoral Xabier Arzalluz dijo aquello de que “quien gana las elecciones tiene que ser el primero en tratar de formar gobierno”. Algo elemental que verbalizado fue decisivo en momentos de gran confusión.

En el día de ayer el eje político del estado español cambió de eje. Gana el “rojoseparatismo” según definición consagrada en 1936, que tiene, tras dura negociación, la gran posibilidad de gobernar, aunque no con pactos de legislatura sino con un gran pacto de gobierno con Podemos y acuerdos con los tenebrosos separatistas, esos enanitos desagradables y periféricos a los que nunca se les deja debatir en una campaña pero serán ahora los grandes cortejados como lo fuimos en 1996. Sería la ocasión de oro en la negociación para poner sobre la mesa esta continua exclusión de actores de tanta importancia en un estado plurinacional en los debates porque lo que se han elegido han sido diputados y senadores y no un presidente del gobierno que presumiblemente será Sánchez, si así lo acuerda Podemos con los partidos excluidos y tras una complicadísima negociación que será planteada como una “negociación espectáculo”.

En estos primeros momentos destaco el resultado del PNV. Volvemos a los seis diputados de 1986 antes de la división. La sociedad vasca sigue siendo fiel a un partido que está en el Congreso desde 1917 trabajando con criterio y acierto desde siempre con un elenco de gentes de primera que han ido y venido a Madrid, sin quedarse ni uno solo en aquella capital. Las noches mágicas que dice Matute dará EH Bildu a Euzkadi, se las ha dado el PNV desde siempre por lo que a ésta formación habrá que darles la bienvenida a un trabajo que deberían haber hecho desde 1977.

El PNV está en una situación ideal para negociar como se negoció aquel año. El cortejo por una parte ha comenzado y los disparos del cañón Berta de la Brunete Mediática serán de antología ya que el fantasma de la derecha más dura y franquista, ha sido sacado de la botella y ese fantasma no solo recorre España sino toda Europa.

A barajar toca. Y mientras se baraja no se pierde. Vienen buenos tiempos para Euzkadi.