Las yescas de Cúcuta
La negativa de Nicolás Maduro a la entrada de ayuda humanitaria desde Colombia y el ultimátum de Juan Guaidó con fecha de hoy parecen capaces de provocar la chispa de un enfrentamiento en Venezuela
UN mes exacto después de que Juan Guaidó se juramentara públicamente como “presidente encargado” de Venezuela y tras recibir en este tiempo el reconocimiento de medio centenar de países -Estados Unidos, Argentina, Brasil, Colombia, Canadá, España, Francia, Gran Bretaña... entre ellos- la situación en el país caribeño parece llegar hoy a su momento crítico con la previsión de entrada por la frontera de Colombia de la ayuda humanitaria anunciada por EE.UU. y Guaidó. Seiscientas toneladas de material (a las que hay que añadir las almacenadas en la isla de Curazao y el estado brasileño de Roraima) que precisa la sociedad venezolana esperan en Cúcuta para ser trasladadas al otro lado de la frontera pese a la insensata prohibición emitida por Nicolás Maduro y su gobierno, llegados al absurdo de contraprogramar un concierto en el lado venezolano frente al Venezuela Aid Live que reúne en Cúcuta a artistas de todo el mundo con la pretensión de recaudar fondos. Las advertencias de China y las acusaciones de Rusia, principales apoyos entre los cincuenta países que tambien siguen reconociendo la presidencia de Maduro, y la actitud hostil del régimen, que ha llegado a apelar al ejército para cerrar fronteras y evitar la entrada de la ayuda en el país, pero también la presión de EE.UU. y el ultimatum lanzado por Guaidó con fecha de hoy parecen piedras de yesca capaces de hacer saltar la chispa que provoque el estallido violento de la volatil Venezuela. Y quizá la reunión del Grupo de Lima el lunes, con asistencia del secretario de Estado de EE.UU., Mike Pence, no llegue a tiempo ni sirva al objetivo de su creación por 12 estados latinoameriocanos en agosto de 2017, hace ya año y medio: buscar una salida pacífica a la crisis venezolana. Mientras, la presencia de Guaidó y del enviado especial de Washington, Elliot Abrams, en Cúcuta irrita aún más al régimen chavista, más empeñado en negar la evidencia de la necesidad -la ONU cifró ayer en 3,4 millones el número de refugiados- que en paliarla. La ayuda es necesaria y el régimen podría permitirla, quizá justificándolo en su protección por la legislación internacional y bajo control de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, lo que permitiría una distensión imprescindible para un diálogo que ninguna de las dos partes se atreve a negar pero que ninguna de las dos partes sabe activar.