Se me ocurrió preguntarle a un viejo amigo (los que vamos quedando ya estamos en los 80 y rara vez vamos a San Mamés), cómo pasa el día después de cualquiera de los partidos insustanciales de nuestro Athletic. La respuesta fue contundente. Algo así como? fatal, con un malestar indefinido que me suele durar hasta la noche. Es curioso pero, con mayor o menor intensidad, nos ocurre a muchos de los más o menos forofos. El lunes que sigue a una victoria siempre te levantas un poquito más animado y aguantas con otro aire las zancadillas que te prepara día a día. Y mira que, a nuestra edad, suelen ser unas cuantas: goteras físicas, empanadas mentales, alguna preocupación familiar, la incertidumbre que genera el bombardeo periodístico de amenazantes noticias económicas, política y sociales, etc. Cuando no han sonados cohetes y se confirma la derrota o un empate ramplón, toca aguantar el tirón, armarse de valor y a confiar que la próxima vez cambie la suerte. ¿Qué está pasando? ¿Será verdad que el orgullo de ser Athletic está empezando a ser arrinconado por la idolatría del dinero? El caso es que el viaje de la cantera a la cartera, en la que parece haberse embarcado el equipo, no acaba de sentarle demasiado bien. Hay dinero pero, hasta ahora al menos, la felicidad brilla por su ausencia. Y para colmo, al parecer el barco empieza a tener dificultades para encontrar un timonel. Un empate más, un lunes más sin alegría futbolera? pero la vida sigue y hay que hacerle frente. ¿Con más cartera o con más cantera? He ahí la cuestión. Me vais a perdonar si, como consuelo de tonto, me agarro al 3-0 del Eibar al Madrid, a los 23 puntos del Alavés... para dudar de un posible Athletic de mercenarios, que en ningún caso sería el mío. Yo sigo votando por la cantera.