eL espectáculo que ofrecieron en el Congreso de los Diputados el ministro Josep Borrell y el diputado de ERC Gabriel Rufián, por un quítame de ahí un calificativo y aguántate tú ese escupitajo, tuvo su contrapunto en la actitud pedagógica de Ana Pastor, la presidenta del semicírculo. La militante del PP, tras sancionar con una tarjeta roja el comportamiento del independentista, dejó entrever algo más que sus sentimientos y se tomó la libertad de suprimir del Diario de Sesiones los términos “golpista” y “fascista” con los que Rufián había adjetivado al responsable de Asuntos Exteriores. Alegó Pastor que cuando dentro de cien años alguien lea las actas de ese día podrá sacar conclusiones érroneas del hemiciclo. No creo que esos términos sean dolientes dentro de cien años. Peor imagen dio la exministra Dolors Montserrat, tras pasar a la oposición, y soltar una perorata sin orden ni concierto. O Javier Maroto, cuando calificó de “política sucia” a la ministra de Justicia, Dolores Delgado. Claro que navegando por Internet podemos encontrar una clase de castellano para ucranianos en la que una de las frases dice. “Me importa una mierda que te hayas levantado de mala hostia, Carmen”. Está claro que hablamos mal. Tan mal que en las oposiciones para maestros, la mayoría de los suspensos se debió a la mala ortografía de los aspirantes a educar a nuestra juventud. Así que cualquier día, cualquier inspirado adaptará la letra de los versos de Rafael Alberti. ¡Ay, si Castelar levantara la cabeza!

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