ES evidente que la vertiente del soberanismo catalán tras la figura de Carles Puigdemont no tiene vocación de detenerse. Todo lo contrario. El pasado sábado presentaba la ponencia política de la Crida Nacional per la República, plataforma impulsada con la ambición de aglutinar al nacionalismo catalán pese a las reticencias de ERC y CUP y las dudas admitidas claramente desde el PDeCat. Y ayer se escenificaba en el Palau de la Generalitat la puesta de largo del Consell per la República, ente diseñado por el propio Puigdemont y Antoni Comin con carácter privado aunque interactúa con el Govern de Quim Torra ya en su mismo nacimiento. En todo caso, ese movimiento constante tampoco oculta las divergencias, en algún caso profundas, e intereses encontrados que parecen amenazar con hacer caer al soberanismo en el momento en que este se detenga. Y de ahí seguramente la prudencia del PDeCat al considerar su “encaje” en la Crida o las comedidas declaraciones de Elsa Artadi tras oficializar ERC la candidatura de Oriol Junqueras para las elecciones al Parlamento Europeo, dificultando la configuración de la lista soberanista única. Tal vez porque, en realidad, todos son conscientes de que no es el movimiento constante lo que evita perder el equilibrio sino el equilibrio lo que permite continuar en movimiento. Ahora bien, cualquier equilibrio precisa de un contrapeso. Y el Estado, hasta ahora, no ha ejercido la moderación y mesura necesarias sino, todo lo contrario, ha empujado al soberanismo con una fuerza que aún no ha dejado de emplear por cuanto siguen en prisión líderes soberanistas acusados exageradamente de un delito sin homologación en Europa. Hay de hecho quien, como el PP de Pablo Casado, aún exige, todavía ayer, incidir en el despropósito con otra aplicación, más rígida aún, del artículo 155. Así que el compromiso de convocatoria de un pleno en el Congreso sobre Catalunya, con comparecencia del presidente español, Pedro Sánchez, debería contribuir a variar los ritmos, cambiar de dirección y, como reza el texto de la solicitud de ERC y PDeCat, “encauzar soluciones políticas” a las “demandas de la sociedad catalana”. Que se sustancie más pronto que tarde contribuiría además a evitar o cuando menos paliar el impacto de la vorágine electoral que todo lo contamina.
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