LOS datos de la tasa de paro en el tercer trimestre de este año resultantes de la encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA) no dejan espacio a la duda: algo se debe estar haciendo bien en Euskadi en materia de empleo cuando otros 21.700 vascos han dejado de engrosar las listas del paro y la tasa se sitúa en el 9,5%, por debajo ya del umbral del 10% que el Gobierno vasco puso como objetivo final de una legislatura que todavía discurre por su ecuador. Es cierto que el afianzamiento de la economía en una fase expansiva con previsión de mantenerse en crecimiento durante el próximo año es causa principal de que el número de parados que buscan activamente trabajo esté ya por debajo de los cien mil (98.700). Y también lo es que el sostenido envejecimiento de la población, que se traduce en el descenso del número de ocupados hasta los 938.900, aumenta la oferta de empleo por la mayor necesidad de renovación de la fuerza de trabajo. Pero, en todo caso, está claro que las políticas puestas en práctica en Euskadi, desde las propias y exclusivas del empleo hasta las de adecuación de las educativas a las necesidades laborales pasando por las que crean condiciones a la inversión, inciden directamente en que nuestra tasa de paro se sitúe ya en los niveles de Francia (9,2%) y más de cinco puntos por debajo de la tasa del Estado español. No en vano, aunque quienes crean puestos de trabajo sean las empresas, las políticas de gobierno establecen y desarrollan las condiciones de confianza y estabilidad y los incentivos económicos y laborales necesarios para el empleo. Queda, eso sí, un próximo trabajo por hacer. Doble. Por un lado, porque todavía queda un trecho hasta el desempleo estructural, que ronda el 5%, que ya se alcanzó en el pasado y que definen a países como Alemania (3,4%), Gran Bretaña (4%) o Dinamarca (4,9%). Y porque aún vertientes del desempleo mejorables: la tasa de paro femenina sigue por encima del 10% y la tasa de paro juvenil, por encima del 20%. Por otro, porque pese a que las cifras de contratación indefinida han recibido también un impulso durante 2018, combatir la temporalidad y la precariedad instaladas en algunos sectores productivos contribuirá a limitar el riesgo de que un cambio de fase económica conlleve, a medio o largo plazo, las mismas consecuencias que situaron la tasa de desempleo en el 16,7% hace solo tres años.
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