El otoño está a la vuelta de la esquina. Qué fácil y sencillo pasan los días, y sobre todo los días de vacaciones; ahora ya anochece antes; el verano trae el otoño. Las playas se vacían, solo los privilegiados residentes y sobre todo jubilados o pensionistas en las zonas costeras acuden al arenal. Las fronteras descansan de la multitud de vehículos que las han atravesado durante el veraneo, los inmigrantes de África desaparecen poco a poco, ¿no están?, ¿se han ubicado?, se ha terminado para ellos el cruento verano que les permitía pasar el estrecho de Gibraltar o atravesar el mar Mediterráneo.
Y así, sin darnos cuenta llegamos a la normalidad. Los escolares preparan sus útiles de clase, trabajadores y trabajadoras conectan sus despertadores a la hora convenida.
La vuelta a la rutina trae consigo las tertulias entre los compañeros para contarnos lo acontecido en el veraneo.
Tertulias radiofónicas y televisivas entran de nuevo en antena. Haber, hay de todo como en botica; tenemos el tan traído y llevado lazo amarillo de los catalanes, la euforia del lehendakari suponiendo que en el Estado le van a permitir ese sueño de más y mejor autonomía en Euskadi. Atrás quedó una vez desaparecido D. Mariano Rajoy, el tema de la corrupción, el máster de Cifuentes y de Casado. Ahora el otoño nos traerá menos calor, menos sol pero mucho más de lo mismo, de aquello que los líderes políticos no han sabido arreglar, ni poner freno porque de alguna manera esas cuestiones políticas son las que les dan vidilla durante unos cuantos años y les permiten seguir en primera línea.