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Un debate

Cuando yo tenía 16 años, en el Colegio donde hacía Preu, un sabio profesor, ingeniero y estupendo orador, nos organizó a los de los últimos cursos un debate. No se trataba de discutir apasionadamente de nada. Había que elegir dos equipos de cuatro alumnos y darles tiempo y bibliografia para preparar el tema. Increíblemente, para el año que era (1969), el tema del debate fue el sufragio universal, o lo que es igual: El voto de un ciudadano vale lo mismo que el de otro. Fue tranquilo, moderado y culto. Lo mejor fue que al final había que votar dos cosas: ¿Quién tenía razón? ¿Quién había debatido mejor? No había nada vinculante, pero pienso que nos preparaban, sin decirlo, para la libertad de expresión, para el respeto al contrario y, de alguna manera, para no improvisar ni discutir inútilmente. Porque las discusiones, aprendimos bien, suelen ser inútiles o infecundas, porque las suele apagar el apasionamiento.