NICARAGUA lleva ya cuatro meses sumida en un estado de violencia que se ha cobrado hasta el momento más de 350 vidas, debido principalmente a la brutal represión contra los opositores y la población en general que está ejerciendo el régimen sandinista liderado por Daniel Ortega, tanto mediante las fuerzas policiales como por elementos paramilitares. Una situación de extrema gravedad que no está teniendo la debida atención ni por parte de la opinión pública ni por la de los gobiernos, ONG y organizaciones defensoras de los derechos humanos de ámbito internacional. Ortega -otrora líder de la histórica revolución que derrocó al dictador Augusto Somoza y tomó el poder en 1979- y su esposa, Rosario Murillo, han construido un sistema cuasitotalitario desde que volvieron a alcanzar el poder en 2007 tras haber pasado un largo periodo de 17 años fuera de la Presidencia debido a la derrota electoral que sufrieron frente a Violeta Chamorro. La gota que colmó el vaso de gran parte de la población nicaragüense fue la radical reforma de la Seguridad Social que el excomandante sandinista intentó imponer y que desató una oleada de protestas que fue respondida con una violenta represión. Desde entonces, los enfrentamientos en las calles han sido continuos y la violencia ha alcanzado cotas insólitas. La Iglesia católica se está involucrando de manera activa en un intento de ejercer una difícil mediación entre el régimen y la oposición, pero los últimos episodios, con asaltos a templos y universidades -la última, el sábado con dos jóvenes muertos y el desalojo derivado precisamente de la mediación eclesiástica- y agresiones incluso a las tres máximas autoridades episcopales nicaragüenses por parte de fuerzas paramilitares están poniendo en riesgo incluso esa labor. La voz del obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, que ha calificado de “represión criminal” la violencia contra la población y ha asegurado que el Gobierno “atraviesa el límite de lo inhumano y de lo inmoral”, recuerda la lucha que mantuvieron otros prelados -algunos de ellos cercanos a nosotros, como Monseñor Ellacuría- contra diferentes dictaduras latinoamericanas. Ortega se esta convirtiendo, si no lo ha hecho ya, en el tirano que combatió. Debe cesar de inmediato la represión y retirarse para abrir un proceso verdaderamente democrático en Nicaragua.