El pasado domingo, mi pareja y yo decidimos dar un paseo matinal desde Atxuri hasta Zorrotza, siguiendo el curso de la ría. Cuando llegamos a Olabeaga, conocida como el barrio noruego, vimos cómo de la vieja casa cuyos bajos albergaba el célebre Bar Noruega, del que ya solo resta su clásico rótulo, pendía un cartel que anunciaba la futura construcción de nuevas viviendas.
Existen entre los vecinos dos posibles explicaciones para el sobrenombre Noruega de este barrio bilbaino: la primera defiende que se debe al constante trasiego de marineros nórdicos que descargaban aquí el bacalao almacenado en las bodegas de sus barcos; la segunda, lo atribuye a la propia orografía del barrio, responsable de una mayor penumbra y, en consecuencia, temperaturas más bajas que otras zonas del botxo.
En cualquier caso, dada la carga simbólica de este viejo letrero que asalta a los caminantes a su paso por “nuestra pequeña Noruega” y que nos remite, casi irremediablemente, a su pasado portuario, pienso que sería una lástima que acabara en una escombrera, en lugar de conservarlo.