Síguenos en redes sociales:

Están en los tiempos de Monzón

EAJ/PNV cumplirá en julio sus primeros 123 años. Cuando un partido tiene tal número de décadas, significa que la sociedad vasca tiene confianza en él, sus dirigentes han estado a la altura de las circunstancias y las políticas que se han hecho han estado conectadas con la comunidad a la que sirve. Dar clases particulares al PNV sobre política es gratis, pero también ocioso. Y lo vimos en el pasado Aberri Eguna. Llenó la Plaza Nueva, invitó a dos significativos dirigentes de Junts per Catalunya de Puigdemont, cantó L’estaca de Llach y dejó claro al PP que no tocara las puertas de Sabin Etxea mientras el 155 esté vigente. Y la gente se identificó con ese mensaje, al que hay que añadir el desmenuzamiento que hizo Iñigo Urkullu de su visión de Europa, de lo hecho y por hacer en Euzkadi, resumen de todo un programa que las palabras de Ortuzar complementaron al dar una buena foto de situación.

En el otro extremo, Lander Martínez, de Podemos, en una lonja bastante cutre y ante menos de treinta personas, solo hizo crítica, y durísima, al PNV. Ha debido leer algún libro de estilo que dice que si te enfrentas al grande y este te contesta, te equiparas; pero la clave de este secreto está en la credibilidad de tu mensaje. Criticar la gestión del PNV y del actual autogobierno vasco es libre -y hacerlo es gratis-, pero si lo exageras sin datos, como todo lo exagerado, no es creíble. El heavy metal suena bien en las fiestas de verano, pero nada más.

Bildu se fue a Iruñea y organizó su acto, curiosamente ante el monumento a los Fueros. Llegaba tocada, pues el PNV le había roto su discurso agresivo a cuenta del supuesto apoyo a los Presupuestos Generales del Estado y ante eso esgrimió, como concepto novedoso, la lucha por la creación de una República en Euskal Herria y el loar a una ETA que da sus última boqueadas en comunicados mentirosos de la cruz a la raya. No admiten ni admitirán nunca su inmenso fracaso y todo lo edulcoran con una fraseología hueca y de trinchera que ya no engaña a nadie. Jamás utilizan la palabra ética y han borrado de su vocabulario las palabras ”condena” e “injusto”. Hicieron el pardillo con aquella campaña contra el turismo, no suscribieron los acuerdos de Zarautz y Arrasate, se abstuvieron ante el acuerdo del Cupo (felicitados por Rivera) y tienen que recibir como txapeldunes a los encarcelados que han cumplido su pena por matar, extorsionar, secuestrar, robar y vejar a otros seres humanos. Si no fuera por toda esa sucia historia, serían como aquel Jagi Jagi tan puro que cuando Franco se sublevó dijeron que eso era cosa de españoles y la mayoría se fue a Irlanda.

Algo de historia les convendría leer y saber que la República Vasca ya la proclamó el alcalde José Antonio Aguirre en el ayuntamiento de Getxo en 1931 y que eso de Euskal Herria es tan solo un ardid antisabiniano para designar a la Comunidad Autónoma Vasca como tal, para llamarnos autonomistas y vendernos la moto de que como ellos son abertzales de verdad utilizan el apelativo cultural y geográfico de Euskal Herria permitido durante el franquismo y que Sabino Arana conocía, como conocía a los tibios euskalerriacos y por eso innovó y creo el concepto político de Euzkadi como Patria de los Vascos. Pero desechan la historia porque en su adanismo la historia comienza con ellos y con ETA, en 1960, una ETA que curiosamente llamaron “Euzkadi ta Askatasuna”, y además con zeta. Que vayan a los archivos.

El problema de Sortu y de su mundo es que no sabemos qué modelo de sociedad propugnan. Aparte de la palabra “no”, ignoramos qué son, si carne o pescado, carnívoros o vegetarianos, europeístas u ombliguistas, socialdemócratas o marxistas leninistas. Y sería bueno saberlo. Urkullu y Ortuzar fijaron claramente las metas, los medios y los fines de EAJ/PNV en su mitin del Aberri Eguna, pero de Sortu carecemos totalmente de información, salvo que, en el supuesto caso de que gobernaran, volvieran a aplicar la desastrosa e impositiva iniciativa del puerta a puerta en relación con las basuras, el telegrama que enviaron de felicitación a Trump, el homenaje que organizaron a Fidel Castro tras su muerte y su apoyo al desastroso y criminal bolivarianismo.

Las nuevas generaciones tienen que tener perspectiva de las cosas y saber que un partido secular, nacionalista, democrático e interclasista ha vivido en sus carnes la zozobra interna, especialmente durante los cuarenta años de dictadura; el exilio de sus dirigentes no clandestinos; la deriva de la ideología comunista en la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en el ámbito francés; el atractivo que ejerció en la juventud universitaria el Mayo del 68 en París; o el auge de leninismos, trotskismos, castrismos o maoísmos durante la última etapa franquista y el periodo llamado de transición política. Y digo esto porque nuestras convicciones democráticas fueron tachadas de puro formalismo y nuestro nacionalismo, de burgués y arcaico.

Quienes en nuestro ámbito vasco se autoproclamaban progresistas, redefinieron la “nación” como ámbito independiente o autónomo de lucha de clases, la democracia como “poder obrero”, la revolución como único marco de libertades reales y la lucha armada como única vía de liberación. Fracasaron total y absolutamente.

Muchos, especialmente los jóvenes, han vivido durante decenios acomplejados ante esta explosión de progresía. Mientras se iba demostrando cada vez con más claridad que todas esas ideologías totalitarias no eran progreso sino regreso; que sin libertad, aún individual, sin respeto a los derechos humanos, no hay progreso, aunque es justo destacar que desde posturas revolucionarias, armadas y totalitarias, algunos han sabido evolucionar, comprender la falta de sentido de las vías de la violencia, aceptar el pluralismo político, entrar en el mundo de las libertades y de los derechos humanos abandonando el mesianismo de la solución total en pro del gradualismo que impone todo progreso humano. Y lo han hecho con valentía y un discurso ético.

Otros, en cambio, y me refiero a ese Sortu del puño cerrado del Aberri Eguna, y a ese mundo que fue de KAS, desde su organización armada socialista-revolucionaria de liberación nacional, hasta su sindicato revolucionario, pasando por el partido marxista-leninista, que siguen anclados en lo que no es sino un paternalismo monopolístico de liberación total que pretende llevar al pueblo aún hasta donde no quiere con su utópico evangelio de la liberación total.

En 1979, hará el año que viene cuarenta años, se aprobó por referéndum el estatuto de Autonomía de Gernika, que en su Disposición Adicional dice que “la aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente Estatuto no implica renuncia del Pueblo Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia”. Pero este broche no le dice nada a un mundo que lo combatió, ridiculizó, lo tachó de “bascongadillo” y prometió no ir nunca al Parlamento Vasco porque allí no estaba Navarra. Telesforo de Monzón, el día de su aprobación, dijo que había sido un día de alegría en los consejos de administración de las empresas y de tristeza entre los trabajadores de los talleres. Julio Jauregui, en un mitin, le dijo que había dicho tres mentiras. La primera era que no se había leído el estatuto. La segunda, que ignoraba lo que pasaba en los consejos de administración pues no formaba parte de ninguno. Y la tercera, que tampoco sabía lo que pensaban los trabajadores porque no había trabajado en su vida.

La novedad es que ahora han descubierto la vía catalana, sobre todo la de la CUP, y nos dicen lo que hay que hacer. Previamente, no estaría nada mal que abjuraran del atentado de Hipercor, donde ETA mató a 21 trabajadores, reconocieran que el asesinato de Ernest Lluch fue un crimen injusto y cruel y que el resto de los catalanes muertos de mala manera no merecían terminar así sus días. Lecciones, pues, sobre la estrategia catalana, a otros.

Sortu ha de aclararse. La democracia exige un lenguaje ético, valentía, ideas democráticas, programas asentados en la realidad y trabajo constante. Lo visto en Iruñea el pasado domingo no nos invita a pensar que están en ese camino sino en la épica de la victoria de ETA y de su estrategia revolucionaria con el disfraz puesto de defensa de todo lo abertzale como gran movilizador y señuelo.

Una lástima, pues tienen espacio y trabajo por delante. Lo de su Aberri Eguna solo fue, más de lo mismo. No han aprendido nada, no han olvidado nada.