REALMENTE estamos viviendo una segunda Edad Media? Hace años , Enrique Curiel, desaparecido justo ahora siete años, afirmaba que eso era lo que iba a suceder. Fue un visionario, un anticipado a su época, reflexivo y analítico desde su posición nítidamente de izquierdas que tanto se echa de menos hoy en día.
Es una nueva época gris tirando a negro en la que cada día que pasa supone un nuevo ataque a valores fundamentales de nuestra sociedad. Valores que debieran de servir como soporte para poder hacer un mundo mejor, pero que constantemente son agredidos y manipulados.
Hablemos en primer lugar de libertad, especialmente al hilo de una noticia que ha conmovido a la sociedad vasca y quizás también a la española; el suicidio de Ekai, un joven transexual de Ondarroa. Un acontecimiento que ha hecho visible de manera impactante el drama por el que atraviesan miles de personas de este país. Ellos, ellas y sus familias y allegados. Ha muerto, o quizás debiéramos decir mejor ha sido asesinado, por los prejuicios de una sociedad, de unos poderes públicos, del sistema en su conjunto, que no le ha permitido ejercer su libertad a elegir el sexo que crea conveniente.
Libertad, un concepto demasiado manido que reclamamos a menudo de manera egoísta para defender nuestra parcela de ella, pero que solemos negar a quienes no piensan, no aman, no viven como nosotros consideramos se debe hacer. ¿Quién puede tener la potestad para frenar que alguien en uso de su libre decisión y elija tener un sexo u otro? ¿Estábamos legitimados para imponer a Ekai que fuera como había nacido o como se sentía y había decidido ser?
Libertad, precioso concepto definido por el diccionario de la RAE como: “En los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas”. ¿En qué concepto superior a este nos podíamos basar para obligar a Ekai a ser lo que no era, o al menos lo que él no sentía que era? Libertad, cuánto debemos reflexionar sobre ella en los momentos actuales de la historia y qué poco lo hacemos. O al menos no lo hacemos de manera altruista, generosa, amplia de miras.
Ekai se ha quitado la vida harto de luchar contra molinos de viento. No ha aguantado los obstáculos, las trabas, la imposición, la hipocresía cruel de un sistema que debiera estar para protegerle. Él, que tenía fama de luchador, ha tirado la toalla, pero esa bandera que dejó en el suelo de su habitación justo en su último aliento debemos recogerla quienes entendemos la libertad de una manera amplia, sin cortapisas ni limitaciones. Abramos un debate social sobre un concepto tan importante, llevemos a las escuelas, a las universidades, a las iglesias, incluso a los bares y tertulias ese contraste de opiniones y hagamos que la muerte de Ekai no sea en vano.
Él tenía derecho a ser quien consideraba que era, no ha podido, pero otros y otras también lo desean y es obligación de quienes nos consideramos normales (terrible palabra hablando de estos temas) y al mismo tiempo demócratas, de apoyarles, animarles, solidarizarnos con ellas y ellos, que no se sientan solos en su lucha. En definitiva, poner en práctica otro valor a la baja, la solidaridad.
Libertad, preciosa palabra, bello concepto que nos cuestiona en cada instante. Libertad de Ekai, pero también libertad de las miles de jóvenes que, según los últimos estudios, sufren el maltrato de sus parejas. En los últimos años se ha incrementado un 25% las denuncias al respecto en esa franja de edad de la adolescencia y probablemente solo estemos viendo la punta del iceberg. Nos debe preocupar y asustar este dato demoledor porque indica que no solo no estamos avanzando sino que retrocedemos.
Jóvenes que están siendo coartadas en su libertad para relacionarse, para actuar, o desarrollarse como personas libres, por parejas cuyo machismo sigue alcanzando, incluso superando, las cotas de sus mayores.
Libertad, cuánto te nombramos y qué poco te ponemos en práctica. Libertad de pensar, de actuar, de ser, incluso por encima de las normas establecidas como habituales, con el único límite de no dañar la del otro.
Libertad, en peligro. Simplemente echando una rápida ojeada a la prensa del día se puede observar cuántas noticias están referidas a la vulneración de ese valor vital. Otro concepto: corrupción. Una corrupción que aparece como el Guadiana contaminando la actividad política, casi siempre proveniente del partido dominante, el PP, aunque no sea el único porque también PSOE o Convergencia se han visto salpicados. Las cantadas del caso Gürtel confirman que durante años ese partido se ha ido nutriendo de corruptos, que además de enriquecerse han contribuido a su financiación, a que participara dopado en las diferentes contiendas electorales.
El Bigotes, Costa, Granados y sus mariachis van aportando pruebas de lo que ya todos conocíamos sin que tenga la mínima repercusión hasta ahora. Apenas en las últimas encuestas una reacción de su electorado, que le abandona. Pero eso ya lo tenían previsto y planificado los poderes fácticos que le apoyaban. Para eso crearon a ese clon perfecto, Ciudadanos (C’s), que pretende impedir que se debilite la derecha. Utilizando un dicho popular, “que Dios nos pille confesados” ante la posibilidad novedosa de que nos gobierne un partido de extrema derecha.
Resulta estremecedor, en todo caso, saber que Ciudadanos, según los últimos estudios sociológicos, no solo se nutre de votantes del PP, también se lleva un buen pellizco de un desnortado PSOE y sorprendentemente también de un Podemos confuso. Una derecha fortalecida y una izquierda dividida y a la baja... deparan un futuro siniestro si no somos capaces de espabilar rápido.
Por último, Catalunya. El salvavidas al que se agarra PP y que empuja a C’s. Catalunya como instrumento de la derecha con la complicidad torpe y estéril de una parte del independentismo, además de una izquierda que tampoco está en Catalunya... ni se le espera.
Un independentismo quebrado por diferencias tácticas y estratégicas, por diferencias que tienen que ver con las opciones éticas de dar la cara como Junqueras, o huir como Puigdemont y Anna Gabriel. De inmolarse de manera valiente ante el enemigo o correr cual liebres asustadas para salvarse de la quema. Pero no solo éticas, ERC ha optado por una línea pragmática, inteligente, muy al estilo del PNV en Euskadi, mientras JxCat y la CUP se echan al monte.
Si la izquierda tuviera una posición sólida y común sobre este tema, aprovecharía la situación para hacer un frente común con Esquerra que obligara a ambas posiciones inmovilistas, PP y C’s por un lado y JxCat y CUP por otro, a mover ficha en búsqueda de una solución viable, equilibrada y duradera.
Quizás esa conjunción de fuerzas de izquierdas podría recuperar las viejas propuestas de Curiel de impulsar un nuevo proceso constituyente que conduzca a este país a convertirse en un Estado Federal Plurinacional, una especie de casa común en la que todos nos podamos sentir cómodos, más un reconocimiento pactado del derecho a decidir.
Hablemos, sí, debatamos, contrastemos opiniones y aportemos soluciones, a ser posible desde posiciones progresistas, porque una sociedad que permite muertes como las de Ekai, el sufrimiento de adolescentes, la vulneración sistemática de la libertad, la judicialización de la política, que consiente la corrupción... es una sociedad enferma, en una profunda crisis de valores.