Se mire por donde se mire, aparecen en la escena política de todos los partidos estómagos agradecidos. Dejemos de estar ciegos, sordos y mudos y tomemos las cosas en serio. ¿Qué será de los estómagos agradecidos? Estómagos agradecidos de índole política: políticos, sindicalistas, advenedizos, capullos y amigos del amigo de lo público y lo ajeno, que ven peligrar más que nunca sus orgasmos de felicidad con nóminas de ensueño, coches de lujo y dinero a chorros. Todo es justificable. Asista a algunas técnicas argumentadoras de cursillo barato, saque unas cuantas frases de contexto de los discursos de gente de prestigio (no como usted), aporte datos, muchos datos, da igual que se contradigan o que sean falsos; lo importante es que sean muchos, barnícelo todo ello con una capa de estudio científico. Descalifique con fiereza a cualquier persona o entidad que ose contrariarle. Catalogue como antiguo y fruto de una gran conspiración todo lo estudiado anteriormente y presente su gran innovación como revolucionaria y no sujeta a intereses inconfesables. Ya lo tiene casi terminado. Envuélvalo en un bonito papel de regalo en el que las palabras “libertad”, “liberal” y otras parecidas aparezcan de manera destacada. Todo lo anterior, estaría bien, pero, no se trata de acabar con unos políticos para que entren otros, por lo que debemos estar preparados para afrontar esta posibilidad, porque, no les quepa ninguna duda, que son muchos los que querrán tomar la ubre del Estado, aunque esta ya no esté ni para un cortado. Solo aprendiendo de los errores, se podrán sortear las trampas políticas de nuevo cuño, e identificar plenamente a los futuros aspirantes a estómagos agradecidos que se preparan en la parrilla de salida. Ya lo decía Quevedo: “A los príncipes de la vida buscona y gorrones de almuerzos. Escribanos cuya pluma pinta según moja en la bolsa del pretendiente”.
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