EN el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso”. Esta es la basmala o fórmula ritual islámica con la que se inician las suras o capítulos del Corán y que los musulmanes utilizan también como introducción a documentos y acciones. ¿Qué imagen de su Dios tiene una persona que considera que será premiada por ese Dios si arremete con una furgoneta en una calle repleta de personas inocentes e indefensas de toda edad y condición, atropellándolas sin clemencia ni misericordia? Y si, verdaderamente, su Dios le acabara premiando por este tipo de acciones cometidas en su nombre, ¿qué tipo de Dios sería ese? ¿Qué mundo querría para sus fieles? ¿Bajo qué leyes divinas y humanas? El islam no puede ser eso, lo mismo que el cristianismo no podía ser las Cruzadas ni la Inquisición, ni el amor a un país puede llevar a la eliminación de quien no comparte esa idea de país, ni el amor a una persona puede desembocar en la dicotomía de posesión o muerte. Cuando un individuo alcanza ese estado de degradación moral, no podemos hablar de musulmán, católico, patriota o enamorado. Se trata lisa y llanamente de un enfermo cuya mente ha entrado en un proceso degenerativo que lo ha convertido en algo radicalmente distinto a lo que fue en origen, cuando abrazó una religión, un pueblo o una persona. Quien cree que Dios, Alá, su país o su pareja le premiará por haberse convertido de un monstruo, demuestra que ha perdido la razón. Y locos los hay en todo colectivo humano.