Vi la película de Iñaki Arteta titulada Contra la Impunidad y aprecié que lo que denuncian los protagonistas, a la sazón las víctimas de los etarras y las gentes de buena voluntad, es que se haga justicia, se intensifique, se esclarezca y resuelva la autoría de más de 376 crímenes sin resolver y que quienes cometieron estos crímenes y el resto, paguen por ello.
Los actores, amén de lo anterior, durante la sesión, clamaban contra el Gobierno y la Justicia por no actuar; condenaban no solo a los asesinos, sino también a todos aquellos que durante décadas, comprendieron, apoyaron, secundaron o miraron para otro lado y ahora pretenden pasar página, ante las atrocidades etarras. Entendían y exigían que las amenazas, los destierros, las extorsiones, los secuestros y asesinatos sistemáticos y selectivos de ETA para aterrorizar y someter a la población civil, debían de ser considerados crímenes de lesa humanidad y que no prescribieran ni quedaran impunes.
Evidentemente, durante el genocidio etarra, en general fuimos cobardes y por dignidad y decencia, no podemos incurrir en los mismos comportamientos del pasado, máxime, estando vigente el proyecto etarra por el que asesinaron y los causantes de la tragedia pretendan, pasar por “hombres de paz, salvadores del pueblo vasco” y justificar sus atrocidades.
Los asesinados no pueden hablar, pero siguen gritando nuestra pasividad y silencio. No pueden abrazar a sus familiares, los demás sí, y para unos y otros se debe de exigir reconocimiento, reparación, memoria y que se haga justicia.
Reconocimiento, porque puede ser que gracias a ellos, otros podamos seguir viviendo; que a otros no nos mataron, porque les eligieron a ellos. No murieron, los asesinaron y no morirán mientras les recordemos. No a la impunidad.