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El ‘establishment’ y las circunstancias

SEGÚN la publicación de Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) Refugiados 2017#1, la guerra de Siria (sexto aniversario), iniciada por la oposición interna contra Bashar El Assad y la posterior intervención del EI (Estado Islámico), kurdos y países occidentales ha generado 6,3 millones de desplazados internos y 4,9 millones de refugiados. Con el mediterráneo de trasfondo como fosa común que se ha cobrado la muerte de 5.000 seres humanos. En Yemen, grupos paramilitares y el narcotráfico han forzado el desplazamiento de dos millones de personas y 21 millones de yemeníes requieren ayuda humanitaria. En Nigeria, la violencia del grupo yihadista Boko Haram ha supuesto el desplazamiento de 1,8 millones de personas. A esta lista les siguen los conflictos armados en Irak, Sudán del Sur, República Centroafricana, etc. Y la pregunta es: independientemente de las diferencias entre los contendientes, ¿quien está suministrando o financiando la compra de armas a los grupos disidentes? Porque además ello conlleva la necesidad de armarse de los gobiernos respectivos con dinero público y su incidencia en las coberturas sociales de su ya pobre ciudadanía. Además, cuando termine el conflicto, habrá que reconstruirlo todo, y ahí también meteremos la cuchara desde occidente.

El Papa Francisco, con motivo de la celebración del sexagésimo aniversario de la firma de los Tratados de Roma, reunido con los distintos dignatarios europeos, y en su discurso directo, volvió a sacudir las conciencias de aquellos diciendo: “No levanten muros ante las columnas de mujeres, hombres y niños que huyen de la guerra, y no vean a los refugiados como un problema numérico, económico o de seguridad. La cuestión migratoria plantea una pregunta más profunda, que es sobre todo cultural. ¿Que cultura propone Europa hoy? El miedo que se advierte encuentra a menudo su causa más profunda en la pérdida de ideales”. Y continúa: “La solidaridad es el antídoto más eficaz contra el populismo, que nace de su antítesis, el egoísmo”.

El sistema no funciona Cuando un medio de comunicación cita a un ciudadano común, a un político o a otro actor social como antisistema, lo consideramos radical, populista, utópico, peligroso. Pero, si partimos de la base de que “el sistema” no funciona al dejar desatendidos a cientos de millones de seres humanos ¡algo habrá que hacer! Y el sistema no funciona básicamente porque quienes lo comandan actúan en beneficio de unas minorías y, por simple deducción aritmética, en perjuicio de la inmensa mayoría. ¡No se trata solo de generar riqueza, sino de distribuirla con responsabilidad social! Y a pesar de todo, el tema se les está yendo de las manos y cada día son más numerosos los partidos llamados populistas, tanto de izquierdas como de derechas. Pero no se preocupen, el establishment irá reconduciéndolo en pro de su reafianzamiento.

Leemos con frecuencia a reconocidos economistas recomendando acciones orientadas a corregir las desviaciones macroeconómicas en pro de una mayor generación de riqueza y desarrollo del empleo, mencionando a veces su razonable distribución, pero siempre dentro de unos parámetros “lógicos y realistas”. Concluyen, por ejemplo, con criterios ortodoxos, que es muy difícil que África se desarrolle debido a: la alta de inversiones por carecer de expectativa de rendimiento económico a corto plazo, las deficientes infraestructuras locales, la escasa formación/profesionalidad de la población autóctona, el liderazgo corrupto... Pero no tocan el daño que están haciendo la mayoría de las corporaciones allí instaladas, que son precisamente las corruptoras y las que impiden la corrección de algunas las deficiencias que se apuntan.

Superar las circunstancias Parece que en el fondo, nuestros expertos están admitiendo que dadas las circunstancias no hay mucho margen de maniobra. ¡Y es que ese es el problema! ¡Tenemos que tratar de superar las circunstancias! Claro que teoría no es igual a praxis y que es labor casi utópica y a muy largo plazo, pero ¿a que esperamos? ¿a que se produzca una hecatombe y sea ésta la que cambie las circunstancias? Los expertos en economía, articulistas, tertulianos, etc., recomiendan actuaciones timoratas pero con ello solo hacen el caldo gordo al establishment; mientras que la obra de los escritores de concienciación social (Alfonso Sastre, Ana María Matute, Jean Paul Sartre, Miguel Delibes, etc.) están relegados a la trastienda en las librerías.

Pero tampoco podemos culpar únicamente a políticos y clases pudientes del desastre producto del establishment. El brillante filosofo alemán Immanuel Kant desarrolló la teoría de “los grados de culpabilidad”, asintiendo que todos, o al menos toda la clase media, es en alguna medida responsable del hambre y de la miseria de miles de millones de personas. Mahatma Gandhi se pronunciaba de forma parecida: “Más que la injusticia de los malvados, temo el silencio de los justos”; lo que se aproxima al “a los tibios los vomitaré” del Apocalipsis de San Juan.

Y no nos referimos a la implantación de programas o ideologías extremas. No sé trata de ir en contra de la propiedad privada, ni contra el autónomo, ni contra las pymes, ni siquiera contra la gran empresa/multinacional, siempre y cuando jueguen limpio (en casa y también fuera). Y no hace falta ser más explícito, porque todos sabemos a lo que nos referimos; basta con seguir las normas de la responsabilidad social corporativa. El problema es que, como escribe la periodista y pensadora humanista canadiense Naomi Klein, “las grandes multinacionales han ido concentrando cada vez más poder en un mundo globalizado que se ajusta a sus fines”. Un reciente informe de Oxfam Intermon cita que veinte bancos europeos, entre los que se encuentran el Santander y el BBVA, registran el 26% de sus beneficios en paraísos fiscales.

¡Al menos, déjennos quejarnos!