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Salimos como un cohete

FRANCO, en su testamento, nos dijo que había dejado la cosa atada y bien atada, por lo que tras su muerte había que desatar el tinglado que seguía manteniendo una apolillada estructura dictatorial sin libertad. Para ello 1976 y 1977 fueron años cruciales. Años de abrir ventanas e ir limpiando la porquería. Lo impidió casi todo ETA que, para sorpresa general, decidió seguir matando, extorsionando, secuestrando, robando y haciendo lo posible para imponer su modelo totalitario por la vía armada. No consiguió nada más que impedir el Aberri Eguna en Iruñea en 1976, asesinar a policías, guardias civiles y empresarios, como hizo con Aingeru Berazadi. Puestos a matar, se dedicó a hacerlo con guardias civiles que quitaban ikurriñas-trampa de los postes y, desgraciadamente, a esa locura se le opuso otra igual pero en sentido contrario que surgía de las cloacas policiales, de una extrema derecha que tomaba el nombre de Cristo Rey, de gentuza como el capitán Hidalgo, que disfrutaba con la tortura, de los llamados “incontrolados” y de todo un búnker que quería la continuidad de un franquismo sin Franco o de una policía franquista que mataba, como el caso de los cinco obreros en Gasteiz.

Pero la sociedad bullía. Y tras el nombramiento de Suárez, se abrió algo la mano y la ikurriña, a pesar de Fraga, salió en Anoeta en las manos de Kortabarria e Iribar. Pero también pudimos recordar en Bergara el centenario de la abolición foral, mientras la palabra amnistía lo llenaba todo. Uzturre volvía del exilio en septiembre, Amparo Bengoa era cruelmente torturada y con un indulto escaso salían de Carabanchel Antón Landa, Carlos Zarraga y Joseba Goikoetxea, últimos presos de EAJ/PNV, encarcelados por “propaganda ilegal”. El Euzkadi era el órgano interno que daba noticias y, en su reparto, creaba organización. Habíamos tenido una caída el 1 de abril, pero ya sin cárcel.

Desde el punto de vista político, y no fiándose mucho de las platajuntas existentes, el PNV sacaba la cabeza de debajo del agua. Decidimos prepararnos para la pelea política y pusimos en marcha nuestra experiencia democrática, decidiendo renovar su ideario y hacerlo de abajo-arriba. Se encargaron cuatro ponencias -organización, política, socioeconómica y cultural- que fueron analizadas en incipientes organizaciones municipales que suplían con entusiasmo y ganas de discutir todas las carencias que había en aquella situación, cuando los batzokis seguían incautados y el debate político era desconocido. Pero se hizo de forma ejemplar y concienzudamente. De tal manera que para diciembre de 1976 todo aquel tinglado estaba preparado para el empuje final y para salir del horno como un cohete. El viejo y anquilosado partido combinaba en ese momento experiencia, olfato político y juventud y, sobre todo, unas ganas inmensas de comerse el mundo frente a la sopa de siglas de quienes creían que el PNV era solo un recuerdo del pasado. Con la película Los hijos de Gernika, las charlas, el boca a oído, el reparto del Euzkadi, los mil contactos... íbamos afiliando gentes que querían comprometerse en aquella situación de incertidumbre durante la que Julio Jauregui era el portavoz de una plataforma de partidos vascos y manteníamos nuestra presencia en el Equipo Democristiano del Estado español porque, tras la experiencia republicana, sabíamos que teníamos que tener interlocutores en Madrid. De hecho, en febrero de 1977 se celebró en la capital del Estado el Encuentro con Europa, gran concentración europea socialcristiana, a la que Ajuriaguerra se presentó con sesenta militantes y en la que Luis Arredondo hizo sentarse a Aldo Moro, primer ministro italiano, quien entró en la sala mientras hablaba la representación del PNV.

Y tras las asambleas regionales y la elección de ejecutivas y asambleas territoriales el 24 de marzo de 1977, Iruñea fue el norte y faro de todos los vascos que se dirigían a esa ciudad para participar en la Asamblea Nacional del Partido Nacionalista Vasco. A las 6.00 horas del día 25, los salones donde se celebraba aparecían ya llenos. Una hora después, Juan de Ajuriaguerra abría el acontecimiento pidiendo a los participantes “que Dios os ilumine en esta Asamblea en la decisión y nos dé a nosotros empuje y prudencia, corazón ardiente y mente fría, fortaleza en nuestras decisiones y respeto a los demás en las suyas”.

Quedaban trazadas, por así decirlo, las normas de juego. Se procedió a continuación a la discusión del reglamento interno de la Asamblea propuesto por el EBB y se aprobó tras dos horas de discusión. Allí, como tiene que ser, todo se discutía. Se procedió después a designar por elección la Mesa de la Asamblea. Ajuriaguerra, que la presidía, propuso un representante de cada territorio y un presidente navarro, por ser Nafarroa la anfitriona de la Asamblea de 1977. Fueron elegidos por aclamación Carlos Garaikoetxea, presidente; Pello Irujo, vocal por Nafarroa; Periko Arrizabalaga, por Araba; Txomin Saratxaga, por Bizkaia, y Jesús Mari Alkain, por Gipuzkoa. Se imprimió un ritmo rápido y ágil a las discusiones y para la 1.00 de la madrugada estaba ya concluido el estudio de la ponencia de Organización. Ajuriaguerra y Bergara la habían pulido ya en Fráncfort, en el hotel Holliday Inn, a donde habían acudido a una gran feria de electrodomésticos y ferretería, ya que los dos trabajaban en ese gremio. Hubo un intento de quitar el JEL del nombre, sustituyéndolo por Abertzale -EAA en lugar de EAJ-, intento que tras ardiente discusión no prosperó. El PNV dejó de ser confesional, pero admitió la inspiración cristiana de sus postulados.

Al día siguiente, 26, Xabier Arzalluz se encargó de la defensa de la ponencia política flanqueado por sus colegas de la citada ponencia en las otras tres regiones de Euzkadi. Es de destacar que fuimos el único partido en 1977 que puso a Europa como referente de futuro, recogiendo la experiencia de nuestros mayores.

Después de comer, se estudió la ponencia cultural, liderada por Iñigo Aguirre, siendo, como se esperaba el punto más debatido, el euskera. La mesa de la ponencia socio-económica estaba presidida por Kepa Sodupe. Ese mismo día, a propuesta de Bujanda, se aprobó por unanimidad la designación de Jesús de Solaun como presidente del Tribunal Supremo del partido, lo que provocó, cuando salió la noticia, que el presidente del Tribunal Supremo español saliera diciendo que ese nombre solo lo podía utilizar él.

El último día, el 27, se hizo la revisión política y rendición de cuentas, interviniendo Arzalluz y Ajuriaguerra. A petición de Antón Ormaza, se designó a Iruñea capital de Euzkadi y la independencia como el norte de nuestra política. Luego siguieron las resoluciones que el partido editó en otros folletos. Ajuriaguerra hizo una exposición general de la labor realizada por el partido desde la Asamblea anterior, hacía 43 años. Luego hablaron Garaikoetxea, Julio Jauregui, Joseba Azkarraga, Arzalluz, Gerardo Bujanda y Pedro Basaldua. El acto terminó en medio de gran entusiasmo, con el Gora ta gora Euzkadi, el himno nacional vasco, que no es el Agur Jaunak.

El lehendakari Leizaola estaba en el exilio y no quisimos que se jugara con él, como permitió Tarradellas, pero propiciamos el regreso de aquel magnífico navarro llamado Manuel de Irujo, al que trajimos en una avioneta con escala en Hondarribia. Al llegar a Noain, levantando los brazos, dijo aquello de “¡Cuarenta años de exilio os contemplan!”. Don Manuel fue uno de los referentes de aquella asamblea, en la que rendimos tributo de agradecimiento a los burukides que habían aguantado una dictadura de cuarenta años, a los sindicalistas y a sus familias. Allí estuvieron las viudas del lehendakari Aguirre, de José María Lasarte; la presidenta de Emakume Abertzale Batza, doña Concha Azaola; Pedro de Basaldua, Manu Robles Arangiz, Joseba Elosegui, Jean Etcheverry Ainchart, que había sido diputado francés en 1946, proponiendo un estatuto para Iparralde y que participó en la Asamblea de Iruñea hablando en nombre de la sexta merindad. El polideportivo Anaitasuna vibraba como en un terremoto con cada intervención.

Salimos, pues, como un cohete. Revitalizados, entusiasmados, unidos, con el lema Batasuna ta indarra a tope, reconociendo el trabajo hecho por nuestros mayores y con ejecutivas equilibradas y liderazgos asumidos por todos. Aquello nos hizo invencibles. De tal forma que en las primeras elecciones, en junio de 1977, ganamos de calle. El viejo y obsoleto partido resulta que era el más joven, el más fuerte, el más potente y el que mejor interpretaba la Euzkadi de aquel momento por una razón muy sencilla: sabía escuchar.

De eso hace ahora cuarenta años.