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Manos tendidas

PRONTO -en tres meses- se cumplirán treinta años desde que la izquierda abertzale (HB) presentara por primera vez un candidato a lehendakari, Juan Carlos Yoldi, un preso preventivo que poco después fue condenado por pertenencia a ETA. En un discurso preapocalíptico frente a la opción de José Antonio Ardanza, Yoldi dijo que el Parlamento Vasco “no representa la libertad de Euskadi” ni al pueblo vasco, pretendió haber demostrado “la inutilidad de esta Cámara”, calificó el Estatuto de autonomía de “vergonzoso” y concluyó afirmando que la cárcel era un lugar “más digno que estas sucias poltronas”. Aun así, presentó, sin éxito alguno, su “programa basado en la alternativa KAS”. Literal.

Ayer confrontaron de nuevo dos modelos de país. Pero sin crispación y sin bronca. Iñigo Urkullu, asegurada la mayoría para volver a ser lehendakari gracias al acuerdo con el PSE, desgranó las líneas básicas de acción que tendrá su gobierno, las prioridades, las propuestas que planteará y las iniciativas en marcha. Muy en su línea, se esforzó en reforzar la imagen de centralidad, moderación, seriedad y resultados contantes y sonantes que le caracterizó en la pasada legislatura, aunque asomaron puntos no habituales en él, a buen seguro fruto del acuerdo con los socialistas, a quienes hizo evidentes guiños de agradecimiento por el pacto.

Por su parte, Maddalen Iriarte, consciente de que no ha conseguido ningún apoyo más que el de su grupo, hizo una defensa testimonial y generalista de sus planteamientos, sin concreción en sus propuestas, porque no la necesitaba, con muchas declaraciones de principios, mucha filosofía progresista, feminista, constantes apelaciones a la gente, a la “libertad” y sobrepasando a veces la habitual demagogia de estos discursos.

Hubo coincidencias. Incluso abundantes y sorprendentes. Lo reconoció expresamente Urkullu, al afirmar que había encontrado “grandes coincidencias” en los programas electorales de los cinco partidos políticos presentes en el Parlamento. Y ayer quedó pa-tente, aunque no era difícil adivinar que en una sesión de investidura surgirían las cuestiones clave que están en la mente de todos: reactivación económica y empleo, autogobierno y nuevo marco, igualdad, paz y convivencia, violencia contra las mujeres, euskera, pobreza energética, salud, cambio climático y transición energética, educación, cultura, innovación, justicia social... salían constantemente a relucir en las intervenciones tanto de Iriarte como de Urkullu, que planteó además cuatro grandes e interesantes pactos de país más allá de la legislatura: educación, reto de-mográfico y apuesta por la juventud, innovación y digitalización y proyecto compartido de país.

Ambos, también, usaron exactamente las mismas palabras para mostrar su actitud en pro de acuerdos con el resto de partidos: “Nuestra mano está tendida”, “tenemos las manos abiertas”, señalaron. El lehendakari insistió mucho en ello: aparcar diferencias, “renunciar a ganarnos por mayoría para ganar por acuerdos”, confrontar y acordar, colaboración. “Nadie tiene la razón completa”, confesó Urkullu.

Será difícil y costará, pero, 30 años después, el Parlamento sigue siendo “útil” y en los acuerdos está la grandeza de la política.