LOS resultados de las elecciones celebradas ayer en Euskadi permiten concluir que la ciudadanía vasca ha reforzado de manera inapelable e indiscutible la confianza en el proyecto y el modelo ofertado por el PNV y su candidato, Iñigo Urkullu. Los 29 escaños obtenidos en las urnas por la formación jeltzale (dos más que hace cuatro años) significan una victoria especialmente destacable, por cuanto las circunstancias políticas, sociales y económicas en que se han desarrollados los comicios y la campaña electoral, en especial para un partido y un candidato que se presentaban tras cuatro años de gestión de gobierno en una época complicada de crisis económica, no eran las más idóneas, como tampoco eran favorables el actual panorama de bloqueo en el Estado español y su posible efecto contagio, además de la confirmada irrupción de una nueva fuerza política que, como Elkarrekin Podemos, aspiraba a disputarle el liderazgo del país. Por contra, el triunfo del PNV es incontestable, porque obtiene más votos, más porcentaje y más escaños y, además, es extraordinariamente homogéneo ya que vence en los tres territorios de la CAV, así como en las tres capitales y en la gran mayoría de los núcleos urbanos, algunos de ellos tradicionales feudos socialistas. Se trata de un dato muy relevante, sobre todo para un partido que está liderando el país gracias al respaldo ciudadano desde 1979, donde ha tenido que lidiar y gestionar momentos de graves crisis, y que ha tenido que hacer frente en menos de un año a tres procesos electorales especialmente complicados. En este contexto, la sociedad vasca -que ha vuelto a dar una lección ejemplar de comportamiento democrático- ha redoblado su confianza en un proyecto de moderación, avalado por el éxito de su modelo de gestión en todas las grandes instituciones del país y que se ha vuelto a revelar como la centralidad, abierto al diálogo y a los acuerdos plurales. En estos resultados cobra también especial importancia la figura del propio candidato, Iñigo Urkullu, que, con un partido unido en torno a su proyecto y su figura, ha sabido trasmitir la necesaria confiabilidad al electorado. Con los datos en la mano, Urkullu tiene las manos libres para acordar con todas las formaciones y ayer mismo anunció una ronda de contactos sin exclusiones. Es la hora del diálogo para ganar el futuro entre todos.