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La hora de la responsabilidad

El discurrir correcto y propositivo de la campaña vasca contrasta con el debate chirriante en el Estado y exige ahora correspondencia en el ciudadano, que no debe confundirlo con una menor relevancia de su decisión

EL cierre ayer de la campaña de las elecciones al Parlamento Vasco, que se celebran mañana, no ha supuesto ruptura alguna en el discurrir correcto, hasta respetuoso, en que salvo contadísimas excepciones han coincidido los partidos, una tónica general que llega a sorprender tras dos campañas electorales consecutivas a nivel de Estado marcadas por el tono chirriante del debate y, sobre todo, por la escasez programática con que las formaciones políticas, atrincheradas en acusaciones mutuas, se habían dirigido al ciudadano. Esa diferencia ha sido constatada incluso en medios estatales nada proclives a exaltar las cualidades y diferencias de la sociedad y la política vascas. Es como si, tras décadas de tensionamiento político extremo, Euskadi se hubiese relajado; como si, tras constatar el cansancio, hastío más bien, que los constantes escándalos de la política estatal han causado en el ciudadano, la clase política vasca hubiese optado por la normalidad y alcanzado una madurez propia de democracias longevas que quizá por serlo se halla en el sustrato histórico de nuestra sociedad pero se antoja insólita en el Estado. Ha habido más moderación -tal vez en algunos partidos también más temor a las incógnitas y a los resultados- que barro en la campaña electoral vasca y más propuestas que descalificaciones aun si alguna de entre las primeras -respecto al euskera, por ejemplo- ha sido tan extemporánea e ilógica que parecía pretender las segundas como respuesta. Pero, constatado esto, la serenidad y el cariz comedido que han dominado la campaña deben tener ahora correspondencia en la responsabilidad de la respuesta del votante, que no debe confundir el tono más propositivo que estruendoso de los partidos con una menor relevancia de su decisión. Porque, muy al contrario, es cuando la política alcanza un tono de debate similar al que han tenido las dos semanas de campaña en Euskadi y los partidos destierran tensiones que superan con mucho las razonables y necesarias diferencias ideológicas, cuando empiezan a buscar puntos de encuentro en los planteamientos de la imprescindible gestión y no fricciones o críticas, que el voto alcanza su verdadera dimensión y su efecto en la gobernabilidad, en el signo y prioridades de la administración de las capacidades públicas, es más notorio.