LA exigible y necesaria prudencia a la hora de analizar las causas de un accidente como el que se produjo en la mañana de ayer en la localidad pontevedresa de O Porriño y que originó cuatro víctimas mortales y 47 heridos no evita constatar aspectos que habían formado parte ya de investigaciones de siniestros anteriores al descarrilamiento del convoy del conocido como Tren Celta que une Vigo y Oporto en un servicio combinado de Renfe y Comboios de Portugal. Así, por ejemplo, las dudas iniciales respecto a la situación de la vía, al parecer en obras en el tramo en que se produjo el accidente, y la adecuación de la velocidad del tren a sus condiciones lleva a preguntarse por los sistemas de información internos de los servicios ferroviarios y, sobre todo, de los sistemas de seguridad que embarcan los convoyes. No en vano, el del tren del accidente en O Porriño es el mismo ASFA básico que montaba el Alvia de alta velocidad que descarriló en Angrois (Santiago de Compostela) en 2013, accidente en el que se contabilizaron 80 víctimas mortales, y que resultó muy cuestionado entonces por precario. Y aun si las necesidades de seguridad de ambos convoyes son tan distintas como sus respectivas velocidades punta, no lo es menos que se trata de un sistema diseñado hace ya cuatro décadas que consiste en proporcionar información (visual o acústica) al maquinista y fía a la capacidad de atención y reacción de este las actuaciones en una situación anómala, frente a sistemas, como el ASFA digital o el Sistema de Control Ferroviario Europeo (que se antoja lógico exigir en un servicio transfronterizo como el de Vigo a Oporto), que fuerzan el frenado automático de los convoyes. Por otro lado, el tren de la serie 592 de Renfe accidentado ayer tenía ya más de tres décadas en activo, ya que pertenece a la serie 592, construida entre 1981 y 1984, y como sucede con los Alvia, mucho más modernos, había sido sometido a una remodelación para ser adaptado a su nuevo servicio. Todos ellos son aspectos a los que ciertamente no se puede achacar de forma directa las causas del siniestro, pero como determinó la investigación en el caso de Angrois, una señalización escasa y un sistema de seguridad insuficiente aumentan exponencialmente las posibilidades de un error humano. Y agravan las consecuencias de cualquier accidente.
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