LA campaña oficial para las elecciones al Parlamento Vasco del próximo día 25, que los partidos políticos iniciaron oficialmente ayer, se puede confundir en el totum revolotum electoral en que se encuentra inmerso el Estado español desde hace más de nueve meses con la consiguiente sensación de cansancio, cuando no hartazgo, que los reiterados devaneos partidarios en la imposible conformación de un gobierno en Madrid provocan en una sociedad ya anteriormente crítica con el papel de la política. De hecho, las formaciones de ámbito estatal no han tardado en utilizar las elecciones vascas -y las que el mismo día se desarrollarán en Galicia- como parte de sus planteamientos en lo que concierne a la gobernabilidad del Estado aun siendo conscientes de que llegan al 25-S con poco más bagaje que, por un lado, unos modos de gobierno, los del PP, rechazados por una amplísima mayoría de vascos -más del 80%, según las encuestas- y, por otro, en la izquierda estatal, una mostrada incapacidad para tejer alternativas al mismo y afrontar con políticas distintas los principales retos y preocupaciones de la sociedad, especialmente el empleo y el crecimiento económico. Sin embargo, es necesario diferenciar, distanciar, las elecciones al Parlamento Vasco de esa pereza que provoca la política estatal. En primer lugar, porque la ingobernabilidad del Estado español difícilmente puede replicarse en Euskadi, donde los sondeos -el último el del CIS- anuncian tanto el castigo a PP y PSOE como el desgaste que la realidad política provoca en Podemos; también la mayoritaria confianza de la sociedad vasca en que la serenidad de las instituciones gobernadas por el PNV la encaminen en el objetivo de superar definitivamente la crisis. Y en segundo lugar, porque solo desde el fortalecimiento de esa serenidad que ha demostrado Euskadi para gobernarse a sí misma y, en comparación con su entorno, mejorar las prestaciones y servicios en ámbitos como la educación, la sanidad o las políticas sociales puede corregirse la involución que han supuesto los últimos ejecutivos del PP para nuestras capacidades de autogobierno, que es preciso recuperar, corregir y aumentar si pretendemos renovar el desarrollo que como país y sociedad nos ha convertido en una referencia y proporciona una imagen diferenciada de la del Estado.