Síguenos en redes sociales:

El puto amo de la barraca

LA calle, tan poco poética, acuñó la rotunda expresión hace años: el puto amo de la barraca. El trepidante universo de la Aste Nagusia está poblado por dos tribus que se mueven alrededor de ese fuego: quienes así se sienten (dignos herederos de la estirpe del gallo?) y quienes así ven o definen al otro, bien por admiración o por celo o recelo, con sorna incluso. “Es el puto amo de la barraca”, escuché decir a una voz al paso del rey emérito Juan Carlos de Borbón camino de Vista Alegre, donde Enrique Ponce, El Juli y López Simón estaban encargados de invocar a los duendes que hicieron oídos sordos. Y yo que pensaba que semejante título acreditaba al tipo que había visto, horas antes, emprender el descenso del parque de Etxebarria con un jamón por guitarra al hombro y media docena de peluches en cartuchera...

Asomado a los arenales de Vista Alegre uno corre el riesgo de perderse los bellos paisajes de interior de Aste Nagusia. No ve, por ejemplo, una exposición de maquetas de todas las plazas de toros que en Bilbao han sido a lo largo de los tiempos -¡nueve plazas, nueve! con la tan hermosa de Zabalburu como mi predilecta?- organizada por el Club Cocherito en el Hotel Carlton, donde también se contempla, cada tarde a partir de las 19.30, la magia del teatro de salón (de salón azul, que es donde todo sucede?) de la mano de la compañía de nombre sugerente Toko tu Boka. La obra se titula 3,2,1 y hablan maravillas. El mismo tono se aplica a la terraza del Ensanche, recuperada de los años noventa por la gente del Ein Prosit, donde la vida se convierte en un suculento puro teatro. Mañana les cuento.