Rusia ha bombardeado a los rebeldes sirios desde bases en Irán y en Estados Unidos han saltado las alarmas, ya que consideran que la actitud rusa eleva la tensión en la región. Cabría recordar quizá la multitud de bases que tiene la potencia hegemónica por el mundo. Una cosa es que América actué de vigía del globo y otra bien distinta que se lo crea. Es cierto que la mayor parte de las veces, Norteamérica ejerce como árbitro de los intereses occidentales en el planeta, pero en la crisis de Siria y Libia, ha sido Estados Unidos, con su inacción, el que ha fomentado la extensión del Estado Islámico. Obviamente, de ahí a acusar a Obama de ser el fundador del Daesh hay un trecho. Y es que Donald Trump cada día que pasa demuestra más lo que es, un comercial populista ultraderechista al que le ha entrado el gusanillo de la política. Estados Unidos y Rusia deben cooperar. Las grandes potencias deben repartirse de nuevo sus zonas de influencia al igual que se pactó en el Congreso de Berlín en el siglo XIX con África y en la cumbre de Yalta hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. De lograrse, los conflictos de Siria, Afganistán, Yemen, Irak, Ucrania y la tensión en el mar meridional de China se solucionarían, de lo contrario nos encaminamos a unas guerras de baja intensidad por todo el planeta.
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