Debido a la inclusión, por parte del Gobierno vasco, de Iñigo Cabacas entre las víctimas de abusos policiales, ha surgido una desagradable polémica desde el argumento del ataque a la Ertzaintza que ni Iñigo ni su familia merecen. En realidad, puede que su caso sea diferente en algún aspecto, pero es innegable que precisa verdad, reconocimiento y reparación, con el agravante de que quienes lo mataron son quienes debían protegerle. No sé si su retrato debería estar en la misma sala, pero sí en la de enfrente, en un lugar igual de preeminente y otorgándosele una consideración del mismo calado. No somos quienes clamamos justicia por Iñigo los que atacamos a la Ertzaintza. Atacan a la Ertzaintza quienes, movidos por oscuras intenciones, toman las irracionales decisiones y ejecutan las acciones que culminan con el pelotazo; atacan a la Ertzaintza quienes en un primer momento intentan manchar su imagen y, de alguna forma, culparle de su propia muerte; atacan a la Ertzaintza quienes por acción o por omisión, tratan de torpedear la labor de la Justicia; atacan a la Ertzaintza quienes se parapetan en el espíritu de cuerpo para evitar rendir cuentas por sus actos. La Ertzaintza se ataca, se deshonra a sí misma, si no se dedica en cuerpo y alma a aclarar lo sucedido, a despecho de las inhabilitaciones y responsabilidades penales que debe acarrear entre sus propias filas, reconoce el daño causado y pide perdón por su víctima. Es para lo que fue creada y para lo que los ciudadanos dedicamos abundantes recursos. Por otro lado, deberíamos recordar que no lo mataron porque se llamara Iñigo, se apellidara Cabacas o fuera de Basauri. Lo mataron porque ejercía de hincha del Athletic. A pesar de que pienso que nuestro club tiene la mejor dirección de los últimos tiempos, me parece que debería implicarse de forma más contundente y asumir un papel más activo en el esclarecimiento de los hechos. ¡Aupa tocayo! ¡Gure artean zagoz betiko!
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