Recuerdo la historia de un tal Viriato, caudillo lusitano, que venció a las legiones romanas hace más de 2.000 años. Para acabar con él, en el 100 a. C., sobornaron a tres lugartenientes para que le asesinaran. Lo apuñalaron mientras dormía y se desplazaron al campamento romano a cobrar la recompensa. El cónsul se lo negó, argumentando que “Roma no paga a traidores”. Antes no... pero ahora sí se paga... y muy bien. No Roma, pero sí el que tiene el poder... quien tiene el dinero. Esta historia viene a cuento con lo que actualmente llamamos las “puertas giratorias”. Los enjuagues oscuros y pasteleos de ida y vuelta entre cargos públicos, grandes empresas privadas y corporaciones que se privatizan... tráfico de influencias... etc. Aquí no se aplica la historia... Roma sí paga a traidores. Un ministro de Industria, Croissier, a finales de los 80 se le ocurrió juntar todas las empresas petroleras públicas con la marca Repsol y las acondicionó para privatizarlas, tras lo que fue nombrado consejero de Repsol al privatizarlo. Tenemos una selección nacional de exministros que pasan a ser asesores de grandes empresas españolas con extraordinarios sueldos. Ana Palacio (HC Energia), Javier Solana (Acciona). Abel Matutes (Banco Santander), Josep Piqué (Vueling), Marcelino Oreja (FCC), Eduardo Serra (Everios), Jordi Sevilla (PwC), Elena Salgado (Endesa)... Suma y sigue. Y dos expresidentes del Gobierno (presuntamente de signo contrario), Felipe González (PSOE) y Aznar (PP), que fueron fichados por grandes empresas tras dejar de ser presidentes. El exministro de Economía Rodrigo Rato (escándalos de Bankia aparte) fue nombrado consejero asesor de Telefónica para Europa y América Latina. El mismo Rato que privatizó Telefónica... González, por Gas Natural (empresa que había privatizado en los 90) y Aznar como asesor de Endesa, empresa que, casualmente, acabó de privatizar.