Espiar mujeres “no es para tanto”
El círculo cercano al hombre de 43 años que el pasado mes de enero fue imputado por la Ertzaintza por haber colocado una pequeña y sofisticada cámara en los vestuarios femeninos de su empresa, considera que “no es para tanto” lo que hizo. El propio investigado tiene el convencimiento de que espiar a sus compañeras mientras se cambian de ropa, no causa suficiente daño como para ser expulsado de su empresa.
Fue una noche cuando, por casualidad, una de las trabajadoras de la empresa Batz detectó la cámara. Previamente ya habían visto huellas como si “alguien se subiese a los bancos”. La mujer se puso en contacto con el personal del Comité de Igualdad de la empresa (algunas lo tienen, sí) y se activó el protocolo interno contra el acoso sexual.
El trabajador pudo ser descubierto porque su cara aparecía en la propia grabación. Se le veía instalando el aparato. Se le imputó un delito contra la intimidad, se enviaron diligencias al juzgado y las cinco trabajadoras que aparecían en las imágenes presentaron denuncias.
La empresa cesó en su actividad al trabajador, pero ahora las trabajadoras temen que el mirón vuelva a su puesto ya que recurrió la sanción y , como cooperativista que es, tiene derecho a que la asamblea de socios someta a votación su alegación. Mediante un voto secreto, los y las trabajadoras refrendarán o rechazarán su alegato.
Lo preocupante de todo esto es esa sensación de que no pasa nada por espiar a las mujeres mientras se visten y se desvisten, esa consideración del propio imputado de que eso no causa suficiente daño. Piensa, además, que el no haber compartido las imágenes grabadas a través de las redes sociales, minimiza su repercusión y su importancia.
Dicen los expertos que el voyeurismo es un trastorno mental, una parafilia que lleva a quien la padece a observar en secreto a las personas desnudas en sus actos privados como bañarse, hacer sus necesidades, dormir, tener relaciones sexuales, etc. Está castigado como un delito porque atenta contra el derecho a la intimidad y la privacidad.
En este caso, la propia normativa de la empresa permite que la asamblea de trabajadores ratifique o no la sanción impuesta. No es de extrañar que las trabajadoras tiemblen y se rebelen ante la posibilidad de que este acosador vuelva a su puesto. Saber que tu compañero es capaz de espiarte, de acosarte y de vigilarte mientras te desnudas y que piensa que “no es para tanto” duele como mujer y como persona.
A veces las segundas oportunidades no están justificadas.