LOS movimientos para la gobernabilidad en España nos siguen dejando momentos memorables. El miércoles, y por sorpresa, se representó el pacto entre Sánchez y Rivera. Ambos quisieron dar al evento un aire solemne, casi de evento de Estado. Corbata roja, corbata azul. Pero faltaba algo. Pensé en Torrebruno cantando aquello de “la corbata de seda escarlata...” Qué mejor broche final al teatrillo que los delegados de uno y otro partido haciendo los coros a “tigres, tigres, leones, leones, todos quieren ser los campeones”.

Lo de Torrebruno no es ninguna tontería. Fue él quien presentó a los Beatles en su primer concierto en Madrid y hasta el PNV le tuvo en un magno festejo conmemorativo celebrado en el hoy achatarrado parque de atracciones de Bizkaia. ¡Ay, memoria selectiva! Algunos solo se acuerdan de los conciertos de Moustaki en la antigua Feria de Muestras o de Miguel Ríos en la plaza de toros de Gasteiz. No, no. Hay que recordarlo todo. Los elefantes de Gorordo por la Gran Vía o Torrebruno en aquella fiesta del parque de atracciones. Conozco a uno que aún conserva una foto, siendo chiquitín -un poco más que el actor italiano- con el showman televisivo y la galleta del PNV. Impagable. Y es que el PNV siempre ha sido vanguardia. Hasta de lo más chiripitifláutico.

Volviendo al tema, el acuerdo PSOE-Ciudadanos fue como una opereta bufa. A sabiendas de que los números nos les daban, y en medio de negociaciones paralelas con la alternativa de izquierda -Podemos, Compromis, Izquierda Unida...- alguien, vinculado a Sánchez, cometió la enorme torpeza de escenificar un pacto de legislatura, con amplio programa incluido, con la alternativa de Albert Rivera. Digo “alternativa” porque nadie sabe qué hay detrás de Ciudadanos, si un partido, un grupo de consultores, la delegación comercial de una multinacional o una franquicia.

La foto de las corbatas tuvo una consecuencia inmediata; la ruptura de las negociaciones con el resto de formaciones de izquierda. Las únicas, que de sumarse, darían los votos suficientes a Sánchez para liderar un nuevo gobierno en España.

Con solo 130 escaños de los 350 totales, el Partido Socialista, por torpeza o por razones ocultas indescifrables a día de hoy, ha encaminado la investidura de Pedro Sánchez a un previsible fracaso. Sabíamos que en España la cultura de la negociación y del acuerdo estaba inexplorada pero que en el inicio de su ejercicio se cometieran errores de tal magnitud resulta hasta grotesco.

Para que la candidatura de Pedro Sánchez prosperara, necesitaba difíciles combinaciones. Pero los números cantaban. Antes y ahora. Para resultar elegido presidente, Sánchez necesitaba, en segunda votación, sumar más votos a favor que en contra. Es decir, que los 90 socialistas necesitaban buscar, cuando menos, agregar votos y conciliar abstenciones de aquí y de allá. Teniendo en cuenta que las dos formaciones catalanas -ERC y DiL- habían quedado excluidas de sus negociaciones (al igual que EH Bildu), si sus votos resultaban negativos (19), Sánchez necesitaba superar el bloqueo de estos más los 123 parlamentarios del PP. En total, 142.

Para superar tal cifra, los socialistas necesitaban el voto favorable de Izquierda Unida (2), Compromis (4), Coalición Canaria (1), PNV (6) además del apoyo o la abstención bien de Ciudadanos (40) y Podemos (65).

Su apuesta por el partido de Rivera ha vaciado su casillero de posibles apoyos. Los catalanes, que podían tener la opción de una abstención crítica a la búsqueda de nuevas vías de entendimiento con el Estado, tienen claro su “no” al acuerdo con la formación naranja. Lo mismo que Podemos y el resto de las candidaturas de izquierda. En ese mismo panorama, tampoco el PNV parece encontrar estímulos positivos para encauzar sus exiguos 6 votos en beneficio del aspirante socialista. El tándem con Ciudadanos, la música y la letra del acuerdo de las corbatas, la ausencia de respuestas a sus inquietudes, dejan pocas dudas sobre su posición en la investidura.

Y, por si todo esto fuera poco, en su decisión de acudir a las bases del partido como posible rescate a una operación de izquierdas que le legitimara frente a las baronías, Sánchez lleva a la militancia una propuesta de derecha moderada. El mundo al revés.

Desconozco quién habrá sido el artífice de la errática estrategia diseñada por el PSOE. Pero yo que Sánchez le condecoraba con dos medallas. Una por inútil y otra por si la pierde.

La alternativa al fiasco que se avecina y que resulta inverosímil en este momento, es que la suma PSOE-C’s , concilie la abstención del PP. Esta fórmula, que hoy resulta remota, solo se sostiene sobre la base de que algo muy grave convulsione las filas del Partido Popular. Y en ello, los mentideros madrileños, especializados en teorías conspirativas, llevan sembrando de rumores e intrigas el ambiente político e informativo. Bulos que implican directamente a Rajoy en un presunto escándalo que, definitivamente le podría inhabilitar y promover un motín a bordo en Génova.

La ficción es el único ingrediente que nos faltaba en el cocido madrileño. Torrebruno, el pequeño Nicolás, los Picapiedra -Pedro y Pablo- y Mortadelo y Filemón. No hay nada conocido que dé crédito a los libelos. Pese a ello, se percibe que también en el PP algo extraño ocurre.

“Somos sentimientos y tenemos seres humanos”. Ese ha sido el último lapsus que ha tenido el bueno de Mariano. No me extraña que se le haya ido un poco la pinza. El gallego parece cada vez más solo. Le quedan Moragas y Arriola como entorno inmediato. Y poco más.

En lugar de volcar toda su energía en buscar alianzas para hacer creíble su investidura, le está tocando capear el vendaval de los nuevos casos corruptos. Que si Rita por aquí -lo que se da no se quita- , que si Esperanza -que solo quiere bailar cha-cha-cha- por allá. Nadie le echa una mano. Quien más quien menos ha desaparecido de escena y, encima le echan en cara que “están hasta los cojones”. ¡Ay, Antonio, qué boca más negra!

Rajoy está desubicado. Solo su amiga del alma, Ana Pastor, le ha sacado la cara. Porque el apoyo de Fernández Díaz ha sido como añadir una piedra más a la mochila del compostelano.

De puertas hacia dentro, Aznar le está destripando. Y los señores opacos del Ibex no pierden comba para forzar su caída en beneficio de una nueva derecha domesticada que dé garantías de estabilidad al sistema y a sus intereses.

Disléxico y abandonado, acosado desde fuera y también desde una presión interna soterrada, Rajoy, lo quiera admitir o no, empieza a formar parte del pasado.

Ni Sánchez ni Rajoy parecen pasar sus mejores momentos. Serán los idus de marzo. El lamentable espectáculo continúa. Salvo sobresaltos, el guion lleva al primer fracaso parlamentario. La pelota volverá a La Zarzuela. Y el rey... Aparta de mí este cáliz.

Todo apunta a unas nuevas elecciones. A un desastre mayor.

En casa, por fin saldrá Otegi de la cárcel, donde nunca debió estar. Los suyos le aguardan como la venida del Espíritu Santo. Como la solución a todos sus males.

Le van a sacar de procesión para que obre el milagro de la unidad en la izquierda aber-tzale. Y en ese fervor desmedido y entendible se han llegado a olvidar de Rafa Díez, el otro referente que sigue encarcelado. Para milagros, a Lourdes.