Sin otro orden que el de la antigüedad en haber llegado a su conocimiento, refiere aquí Simplicius dos frases que en su opinión dicen mucho, muchísimo, sobre una Europa que a día de hoy, sesenta años después de la firma del Tratado de Roma, no ha encontrado todavía su norte entre todas las brújulas de los estados que la componen. En la primera de estas frases, Juanjo Álvarez nos dijo: “En Europa no sabemos qué queremos ser. Somos un adolescente permanente que no se identifica en el espejo”. En la segunda más reciente y más contundente, Iñigo Urkullu, nos aseguró: “A Europa le sobra prepotencia y le falta potencia”. Dos tremendas frases, sobre las que Simplicius pide a quien corresponda, honrada y sincera reflexión con firme voluntad de superar el pasado y una decidida actuación, para construir con mucha modestia, aún más generosidad, sin hipocresías ni egoísmos, la Europa solidaria que soñaron Jean Monnet, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak, Robert Suman, José Antonio Aguirre y tantos y tantos, que creyeron, creímos, creemos y necesitamos seguir creyendo en ella.
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