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Esconderse entre la multitud

Como les gusta y buscan los malhechores de medio pelo, de pelo entero o de melena suelta al viento, el ampararse en el grupo, en las muchedumbres, llámense religiones, patrias, corporaciones, etc. para cometer sus fechorías y que se camuflen en un todo, quedando su culpa diluida e inapreciable.

Aquí pasaba cuando la violencia ultranacionalista quería pasar camuflada con la de todo un pueblo, en Francia ha pasado recientemente con el atroz y demoledor fanatismo religioso de unos locos que persiguen que se criminalice a toda una confesión, algo propio de personas maquiavélicas pero que enseguida se delatan, aunque el grupo al que quieren engañar y del que se quieren aprovechar, tarde en denunciarlos abiertamente, muchas de las veces por falta de coraje a no querer recibir amenazas.

Pues bien, ahora pasa lo mismo con los dañinos políticos y empresarios abusadores, que les molesta que la ciudad con evidentes pruebas les señale pacíficamente con el dedo, como principales y necesarios culpables de las lamentables situaciones que se están viviendo. Los pioneros en practicar esta protesta dirigida, de forma masiva y relevante, fue la ciudadanía social con los escraches, a la que respondieron los justamente aludidos, de que no eran formas y que se sentían desprotegidos, queriendo transmitir a la sociedad un victimismo que muy poca gente se creyó. Estas personas de orden, que tan buena imagen transmiten y que tantísimo daño infringir “por debajo de la mesa”, tampoco les gusta salir fotografiados en pasquines sindicales sacando a la luz sus miserias, que pagan el grueso de la ciudadanía.

Manu Ballesteros Bilbao