Los ciudadanos de este país presumen de residir en un estado democrático. De hecho muchas personas creen que con solo vivir en una tierra donde la democracia impera nos hace libres. Consideran que con acudir periódicamente a las urnas están contribuyendo a la cimentación del sistema, lo que no es totalmente correcto ya que las personas debemos ejecutar lo que significa la democracia. De lo contrario estaríamos traicionando los valores que atesora nuestra forma de organizarnos. Vivir en un país con un régimen que respeta las libertades individuales es poner en valor la libertad. La democracia consiste en el respeto a todos y cada uno de nuestros vecinos.
Cuando paseamos por las calles de las ciudades vemos en algunos portales un cartel indicando: “Esta comunidad no desea publicidad”. Algo que no deja de llamar la atención ya que no tengo ninguna duda que alguna persona que reside en esas viviendas no tiene inconveniente en admitir publicidad en su buzón. Es por tanto muy respetable, pero que el resto de sus vecinos impide. Si vivimos en un país que abraza la libertad en todas sus vertientes, también la libertad de información.
Quienes censuran la información están contribuyendo al pensamiento único. Contribuyen y aportan instrumentos para acabar con la libertad individual. Quienes se dejan arrastrar por el pensamiento único se unen al proyecto de una dictadura, al proyecto del totalitarismo. Presumimos de un estado que abraza la democracia y además nos creemos que somos catedráticos de la libertad. No dudamos que somos profesores impartiendo lecciones de democracia, pero nos encontramos lejos de ello. Lo que verdaderamente estamos construyendo son los pilares de un edificio cuyos estatutos están engranándose con las reglas por las que concurren los regímenes totalitarios que aplastan a todos aquellos que discrepan de sus reglas.