CONOCEMOS por la literatura muchas aventuras diferentes de Ulises. A lo largo de la historia, muchos escritores y artistas han utilizado la figura de Odiseo como prototipo del viajero. Me acordaré hoy de tres de esos viajes, para referirme a otros tantos que nos ha tocado hacer en nuestro tiempo.
El primero es el que le lleva desde Ítaca a las playas de la amurallada Troya, y nos lo cuenta Homero en La Ilíada. El relato del viaje en sí mismo es breve, no así el de la batalla que tiene que librar Ulises junto a los griegos hasta conseguir rendir la ciudad (aunque no fue el asedio, sino el truco del caballo de madera el que les conduce a la victoria). También Shakespeare nos cuenta historias de esta batalla en su obra Troilo y Crésida.
El segundo es el viaje de regreso a su hogar. Un viaje largo y lleno de peligros, que nos cuenta también Homero en la Odisea. No conocemos el nombre de la embarcación en la que navega y el propio Ulises decide renunciar a su nombre en alguna de sus aventuras (Mi nombre es Nadie). Al final, Ulises consigue regresar a Ítaca, aunque no sin mucho esfuerzo y, como cuenta Kavafis, para descubrir que era el viaje lo que merecía la pena y quizá no el destino.
Del tercer viaje tenemos referencias desperdigadas en varias obras. Dante en La Divina Comedia nos muestra a Ulises en el infierno, condenado por el pecado de haber arrastrado a su tripulación a la muerte, en un viaje en busca del fin del mundo. Tennyson nos narra en una poesía el comienzo de este viaje a los límites del mar conocido. Un Ulises anciano, aburrido de su hogar, que siente de nuevo la llamada del mar.
Hay otros muchos relatos, otras muchas historias contadas sobre el viajero de Ítaca, pero me acordaba de estas tres y pensaba en otros tantos viajes que nos está tocando hacer en estos tiempos inciertos.
Nuestros viajes El primer viaje nos lo ha organizado una agencia que se ha puesto muy de moda últimamente. Se llama “globalización” y se ha empeñado en que para poder vivir tranquilos en nuestro hogar, sea necesario que nuestras empresas vendan sus productos en todo el mundo. Como Ulises, al llegar a su destino, las empresas deben librar la feroz batalla de la competitividad. Una pelea desigual en la que solo el ingenio y el esfuerzo pueden darnos la victoria.
El segundo viaje es de regreso. La crisis global nos arrancó de la tierra prometida del estado de bienestar y andamos tratando de volver. Los nuevos dioses empeñados en complicar nuestro viaje son el FMI, la OCDE, la Troika? Y también podemos escuchar los cantos de las sirenas que nos pueden arrastrar al fondo del mar si nos descuidamos. Líderes que nos prometen el regreso a un estado de bienestar con un único problema: no se sabe quién pagará la cuenta.
Los dioses ya se han encargado de explicar (paradojas de la vida, a los griegos) que en el Olimpo no tienen ninguna intención de ser ellos quienes paguen la fiesta. Eso es muy propio de los dioses: liarnos a los pobres humanos para sus intereses particulares y luego dejarnos tirados. Al fin y al cabo, ellos viven en el Olimpo, y nosotros en el sur de Europa?
Como en La Ilíada y la Odisea, de los dos viajes anteriores tenemos mucha información. Constantemente leemos en los medios noticias que nos hablan de la globalización y sus batallas y también tenemos crónicas detalladas del esquivo estado del bienestar al que ya dudamos que algún día seamos capaces de regresar.
Una metáfora perfecta Sin embargo, del tercer viaje nos hablan poco. Y quizá sea el viaje más interesante.
Al menos, fue el que Ulises emprendió por su propia voluntad y no obligado por las circunstancias. Un viaje de descubrimiento, un viaje hacia un futuro diferente e inexplorado. También, como Ulises, somos una sociedad envejecida, acomodada, así que la metáfora es perfecta.
Pienso que acertaríamos siguiendo al héroe griego en este tercer viaje, más que en los dos anteriores. La batalla del capitalismo global, igual que el viaje de regreso a una sociedad de consumo donde un estado benefactor debe asumir la responsabilidad de nuestro bienestar, forman parte de un mismo relato de un viaje a ninguna parte. Y aunque probablemente, como Ulises, no tengamos otro remedio que luchar para sobrevivir en estas historias, nuestro verdadero destino nos espera donde el mar acaba.
Y aunque corramos el peligro de acabar como náufragos condenados en el infierno de Dante, también es posible que encontremos un nuevo continente o la legendaria Atlántida. No hay mapas para este viaje, solo leyendas que dicen que un mundo diferente es posible.
A este viaje algunos le llaman Innovación, y quizá lo único que necesitemos para iniciarlo sea sacudirnos la pereza. No será un viaje fácil. Tú decides si prefieres escuchar a las sirenas que te prometen una vida placentera a cambio de nada (¿te lo crees de verdad?) o a un anciano viajero que solo promete esfuerzos y trabajos, a cambio de saber que estás haciendo lo correcto?
“La ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo / La muerte lo acaba todo: pero algo antes del fin, / alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse?”