ESCUCHÉ en una emisora que cierto grupo de presión estaba orquestando una “campaña para impulsar la candidatura del consejero de Gas Natural Fenosa, Felipe González...” Según atendía la noticia, mi especulación se disparó en paralelo: ¿Será a presidir la Unión Europea? ¿Un organismo internacional como la FAO? ¿Quizá la Cruz Roja? ¿La Unesco? ¿La ONU? ¿La OTAN? Raro me parece a mí a estas alturas, con este pobre hombre cuyo prestigio no da más que para apoyar pequeñas causas con la boca pequeña por miedo a verse sometido al chantaje de las Agencias de Inteligencia de cualquier país sabiendo lo que saben de su trayectoria como gobernante....

En estos pensamientos estaba, cuando, de inmediato, se aclararon mis dudas: la candidatura era a ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua Española. Y de nuevo, se me desataron, esta vez sin freno alguno, las conjeturas : ¿Qué sillón le harían ocupar a este personaje? ¿Le concederían la F de Felipe o acaso la I de Isidoro? ¿A lo mejor los académicos le tenían reservada la S de socialista aunque por pudor intelectual fuera en este caso minúscula? Quién sabe, es posible que el propio interesado hubiera solicitado la N de neoliberal?Yo por mi parte, estaría dispuesto a apoyar su promoción, siempre y cuando, fuera para ocupar el sillón G, por apellidarse González y no por el insulto que algunos malpensados tienen en mente, pues es justo galardón para este galán de la política, un galón más que sumar a la galaxia de condecoraciones que inundan su galería de la que no hace gala ni en Galicia, Gales, Galia, Galípoli o Gallarta, y tampoco en Portugal por no galvanizar con su gallardía a ningún animal sean galgos, galápagos, gallos o gallinas e incluso a los caballos que podría galopar, por miedo a que una galerna mediática, haga zozobrar su galeón personal y le conduzca a galeras donde podría comer toda su vida galletas, no acompañado por Galileo Galilei, pero si por Galindo. ¡Todo un galimatías!

Probablemente, hace dos o tres décadas, a nadie en su sano juicio se le hubiera pasado por la cabeza promover, siquiera mediante sobornos, la candidatura de alguien como Felipe González por muy estadista que sea, pues su contribución al idioma no pasa de poner de moda tres o cuatro suyas coletillas como “zin acritú” o “por consiguiente”, mas si ello es mérito suficiente para ser miembro de la RAE, el siguiente en llamar a las puertas será José María Aznar quien entraría por la puerta grande con su “¡Mire Usted!”. Pero corren tiempos líquidos donde la entidad hace tiempo que se desprestigia a cada nueva edición del diccionario, en el que las palabras entran a saco como la gente en los transportes colectivos.

Pero si solo fuera que la Real Academia estuviera desprestigiada, lo que permitiera que cosas como esta sucedan, ni tan mal. El problema es que, lo que está desprestigiado en nuestra sociedad, es la propia condición de las letras, por lo cual, a nadie importa ni escandaliza que Felipe González pueda acabar ocupando un sillón en esta institución, no tanto por considerarlo muy apropiado como cuando Hera envió al cuidado de Pitón al monstruo de su hijo, que también, cuanto por juzgarlo irrelevante a nuestros intereses e inofensivo para la sociedad. Y esto es un error gravísimo que todavía no acontece en la Academia de las Ciencias, aunque al tiempo.

Felipe González, sin ser Académico de la lengua española, ha variado para siempre el significado de varios términos de la política, verbigracia, “izquierda” o “socialista” y de otros ámbitos del lenguaje coloquial como “carisma” afectando incluso a una letra como la X que, desde su paso por la Moncloa, además de servir para marcar en el mapa un lugar o de incógnita matemática, es un referente internacional del terrorismo de Estado. Imagínense ustedes qué no podrá hacer con el castellano de ser académico de pleno derecho.* Analista